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José Manuel Acevedo
Lunes 26 de noviembre de 2018 - 12:00 PM

Gobernar sin mermelada

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La apuesta del presidente Iván Duque es arriesgada pero posible de cumplir. ¿Se puede gobernar sin mermelada? Difícil pero sí. Obviamente el primer efecto de hacerlo es que no podrá desarrollar una agenda legislativa reformista, pero en el largo plazo puede llevarnos a resignificar las relaciones entre el Legislativo y el Ejecutivo y requerirá, en todo caso, de algunos ajustes para no generar códigos draconianos que bloqueen el armónico funcionamiento del Estado y pongan a mostrarse los dientes al Gobierno y al Congreso, con un resultado de desgaste que a nadie conviene.

Si Duque quiere de verdad pasar a la historia como el presidente que pudo recomponer ese relacionamiento y convertirlo en una forma sana de hacer política con P mayúscula, puede lograrlo con voluntad, comunicación estratégica y sutileza, al mismo tiempo, para no dejar demasiados heridos por el camino. El viento sopla a su favor en este sentido. Con el estatuto de oposición, varias colectividades tuvieron que declararse independientes y dejaron en libertad al primer mandatario para no tener que darles representación en su gabinete. Tal es el caso de Cambio Radical y el Partido Liberal mientras que con la U, los conservadores, los movimientos cristianos y el Centro Democrático deberá generar diálogos que permitan vender hacia afuera que es posible generar entendimiento entre parlamentarios y funcionarios administrativos sin pasar por puestos y prebendas, lo que puede resultarles rentables en términos de opinión pública a todos.

La aprobación de un presupuesto por primera vez sin los famosos cupos indicativos que fueron el botín de otros gobiernos y otros congresistas, es un primer paso alentador. También lo fue la moción de censura contra Carrasquilla en la que, al final, no hubo que repartir mermelada para lograr el apoyo de la mayoría de congresistas a favor del ministro de hacienda.

Es verdad que le están bloqueando sus reformas política y de la justicia, pero si ya pudimos soportar tantos años con las ineficientes reglas que tenemos, podemos aguantar unos más si con ello Duque logra atajar el apetito voraz de los congresistas que quieren que los aceiten para aprobar esas iniciativas. El Presidente dice en privado que si le toca gobernar con las leyes que hay y no aprobar una sola más, lo hará mientras que pueda romper con el círculo vicioso de ‘te doy para que me apruebes mis iniciativas’.

Ojalá se mantenga firme, con inteligencia, en ese propósito.

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