¿Podrá el gobierno migrar con éxito de su aspiración de “paz total” a una más cierta y necesaria que es la “paz real”? ¿Cómo hacerlo posible sin acudir a la impunidad más aberrante? ¿Cómo crear un ambiente de opinión suficiente para que la gente legitime los esfuerzos del presidente Petro en esa dirección? Mucho de pragmatismo y poco de ingenuidad, serán clave para alcanzar esos propósitos.
El anuncio de la medianoche del 31 de diciembre con el que el primer mandatario sorprendió a todos, en el sentido de hacer un cese bilateral con varias organizaciones armadas es, cuando menos, como lo calificó el propio presidente Petro, audaz. Puede salir bien o puede resultar muy mal.
Cruzar de brazos al Ejército frente a grupos como la “Segunda Marquetalia” que, en el pasado, han demostrado que la paz les importa muy poco, es tremendamente arriesgado. Hacerlo, no por tres sino por seis meses, es todavía más desafiante. Aunque el gobierno habla de mecanismos de verificación nacionales e internacionales, todavía no es muy claro cómo operarán. Será indispensable, por ello, que quienes aterricen en esas comisiones sean organizaciones o personas con credibilidad y que puedan adelantar su trabajo de manera independiente.
Si ya resultaba complejo un cese bilateral con una guerrilla como las Farc que, en algo respondía a lógicas políticas, ponerlo en marcha con estructuras puramente criminales, sin ideología de ninguna naturaleza, va a ser dos veces difícil. Socializar el tema con las fuerzas militares y estar listos para actuar si se produce una violación flagrante a los pactos hechos, sin tolerancias absurdas frente a agresiones que resulten lesivas para la sociedad, es parte del desafío.
Insisto: el reto no es quedarse en el rótulo vendedor de la paz total; es aterrizar en un concepto duradero y serio de “paz real”. El gobierno debe aguantar las críticas razonables de la población civil y de las víctimas, los medios debemos estar más atentos que nunca a lo que pase y los grupos al margen de la ley deberán corresponderle con acciones concretas y verdaderos gestos de paz, a la generosidad del Ejecutivo. Un compás de espera, sin ingenuidades, habrá que dar.
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Mientras tanto, vale la pena creer en los colombianos, creer en nuestra capacidad de resiliencia y pensar que en 2023 #AlgoBuenoVaAPasar. ¡Feliz año!
