Mientras miles de hectáreas seguían ardiendo en Canadá como producto de cientos de incendios simultáneos, el humo resultante...
¿No hacer nada?
Que en enero no se haya erradicado un solo cultivo ilícito en Colombia no es una buena noticia para el país. Por el contrario, constituye un mensaje nefasto y un incentivo perverso para quienes están dedicados al negocio ilegal que más vidas nos ha costado y que más problemas nos ha traído a nivel internacional.
Una cosa es admitir, en buena hora, que nos tenemos que bajar de la bicicleta estática en la que estábamos montados para repensar la lucha contra el narcotráfico y otra cosa, muy distinta, es simplemente no hacer nada. Una cosa es variar las estrategias y otra cosa es no hacer nada. Una cosa es sentarse con los estadounidenses a replantear los esquemas de cooperación y hablar de la corresponsabilidad y otra cosa es simplemente cruzar de brazos a la fuerza pública y, como está ocurriendo ahora, no hacer nada para solucionar el asunto más delicado con el que nos hemos enfrentado como nación en las últimas décadas. Una cosa es querer derrotar el narcotráfico, de la forma que sea, con creatividad y abriendo nuevas líneas de “combate” y otra cosa es, definitivamente, no hacer nada.
Mientras en enero de 2022 se erradicaron 2,982 hectáreas, este año ni una sola en el mismo periodo, con el pretexto de que hay que ir detrás de los “empresarios” del crimen y no del pequeño agricultor, lo que en el papel suena muy bien pero, en la práctica, puede llevar a que nos inundemos en coca, más de lo que ya estamos.
Y no es que volvamos a la fumigación porque, como ya se ha visto, existen tasas de resiembra muy altas que hacen pensar que por ahí no es la estrategia correcta. No es que metamos a la cárcel a todos los campesinos que se dedican a estos cultivos en vista de que no hay alternativas equivalentes en términos de ingresos reales. No es que penalicemos el consumo en las ciudades porque, tampoco llenando de adictos las cárceles, vamos a erradicar de raíz este fenómeno. Se trata de poner en marcha acciones nuevas para aproximarse al problema sin enviar señales equívocas ni dar patentes de corso. Por eso los ceses al fuego pactados necesitan protocolos claros y mecanismos de verificación para que, bajo esa sombrilla, no se permita traquetear como si tal. Por eso, la interdicción, destrucción de laboratorios y cristalizaderos y el control de precursores, deberían tener seguimiento y lineamientos claros para enfocar por ahí las nuevas formas de lucha contra el narcotráfico. No hacer nada es volverse cómplice silencioso de este flagelo. No hacer nada es la peor opción que puede tomar el gobierno.