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José Manuel Acevedo
Domingo 26 de abril de 2020 - 12:00 PM

SOS por nuestros viejos

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Pensar en nuestros mayores se volvió una prioridad en todo el mundo como consecuencia de la pandemia que estamos enfrentando. El punto es que, al igual que las poblaciones más vulnerables económicamente, de nada sirve que encerremos a nuestros viejos, si en su cuarentena obligatoria los dejamos morir de hambre. Cuando no es el coronavirus el que se los está llevando, es el olvido y la falta de atención de la sociedad y de los gobiernos regionales los que cargan con sus vidas.

Aunque los programas del orden nacional del adulto mayor se intensificaron y los subsidios están llegando a algunos lugares del país, los viejos más pobres, que viven en ancianatos y hogares geriátricos están pasándola mal porque la acostumbrada filantropía de quienes les llevaban mercados se ha limitado como consecuencia del aislamiento general, pero sobre todo por cuenta de unos políticos que les dejaron de girar sus recursos oportunamente.

En Santander, por ejemplo -como lo contó este diario hace unos días- 65 ancianatos tienen problemas económicos derivados esencialmente de que el gobierno departamental tiene una deuda con esos centros de atención de los meses de noviembre y diciembre de 2019. Según las fuentes consultadas por este diario, fue la anterior administración la que dejó pendientes esos pagos, pero ni esta nueva Gobernación ni la Asamblea a la que también le corresponde desenredar el desembolso de esos dineros, se han movido tan rápidamente como uno esperaría para proteger a nuestros ancianos. Eso sí, cada vez que pueden se toman fotos con los viejos de las distintas provincias del Departamento o aparecen en videos bailando con ellos. ¡Pero de la platica nada! Los más de 3.500 adultos mayores que viven en estos ancianatos y los más de 18.000 que se benefician directa o indirectamente de los programas estatales hoy solo aparecen en los discursos como una población a la que hay que prestarle atención, pero a la hora del té, muy poco se está haciendo.

Sé de varias iniciativas de gente joven de la sociedad civil que ha organizado recolectas para apoyarlos, pero como esto no es suficiente, nos corresponde presionar a las autoridades departamentales para que pasen del dicho al hecho, se pongan al día en sus acreencias e intensifiquen las acciones tendientes a garantizar que nuestros viejos además de ‘encuarentenados’, estén bien alimentados y atendidos. Este debería ser otro foco de atención para los organismos de control pues detrás de las demoras puede haber también actos de corrupción.

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