Ya preocupaba que en la medición de enero de 2021, de la encuestadora Invamer, la imagen desfavorable y la favorable de la clase empresarial colombiana eran prácticamente equiparables (44 por ciento negativa, 47 por ciento positiva). Los últimos resultados de febrero fueron todavía peores: el 50 por ciento de los consultados desconfía de los empresarios mientras solo un 45 por ciento, admite tener una buena imagen de ellos. En el último año las cifras en rojo de credibilidad del sector productivo entre la opinión pública no han cedido y esto resulta claramente injusto y peligroso.
Injusto porque si alguien tuvo que pagar los platos rotos de la pandemia fueron nuestros empresarios. Y no hablo solo de las organizaciones más poderosas que tuvieron chance de resistir. Me refiero, sobre todo, a ese 80 por ciento de micro y medianos industriales y comerciantes que a su vez generan el 90 por ciento de los empleos formales del país. Hablo de todas esas personas que con heroísmo mantuvieron sus plazas de trabajo intactas o despidieron, a fuerza de circunstancias, solo a un número reducido de sus trabajadores.
¿No deberíamos, los colombianos, valorar todos sus esfuerzos y aplaudirlos ahora más que nunca en esta difícil coyuntura?
Y es también peligroso que esto pase porque cuando la generación de utilidades lícitas se vuelve un pecado, se pone en riesgo el concepto de propiedad privada, se recurre a recetas populistas de fallida “estatización” de las empresas y se da vía libre a las expropiaciones y al odio de clases que solo conduce a los fracasos que ya hemos visto en el mundo y de manera más directa en el vecindario.
Este sería el momento de hacer un alto en el camino: de exigir que haya más empresas y no menos; de pedirle al gobierno que piense en esas afugias a la hora de proponer una reforma fiscal y de rodear a las personas que hacen parte de estas formidables cadenas productivas que nos permiten ser un país mejor y dar estabilidad a nuestras familias.
No es una cuestión de ricos y pobres; ni siquiera está aquí la discusión sobre la inequidad en nuestras sociedades sino precisamente la clave de su solución: solo con un sector productivo que tenga reglas claras de juego, seguridad jurídica y estímulos para generar más y más empleo digno, saldremos adelante de esta crisis.
