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Juan Pablo Remolina
Jueves 26 de marzo de 2020 - 12:00 PM

Economía de guerra

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“Estamos en guerra. Toda la acción (...) debe estar enfocada de ahora en adelante al combate contra la epidemia”, así se lo dijo el presidente Emmanuel Macron a los franceses. Y a los alemanes les quedó claro cuando la canciller Angela Merkel mencionó que desde la segunda guerra mundial el país no había vivido un desafío similar. No es para menos: de acuerdo con el Imperial College de Londres y el concepto de expertos, no hacer nada frente a la pandemia no era una opción. Para países desarrollados y en tan solo tres meses, el virus infectaría el 80% de la población y moriría cerca del 1,2%, teniendo en cuenta los efectos del colapso del sistema de salud.

Ante esta situación, algunos países reaccionaron con medidas denominadas de “mitigación” como aislar a adultos mayores o personas vulnerables, pero sin reducir la propagación del virus. Sin embargo, las estimaciones siguen siendo devastadoras. Según el Imperial College, en EE.UU. morirían en tres meses dos millones de personas. Aplicando los mismos supuestos para Colombia, lo que sería conservador, fallecerían 300.000 personas, de las cuales 12.000 en Santander. Más víctimas fatales en tres meses que el mismo conflicto armado que duró 60 años. De ahí la necesidad de tomar medidas drásticas denominadas de “supresión” como la cuarentena para disminuir la propagación a los menores niveles posibles.

No en vano la economía se paralizó de un tajo debido a la declaratoria del confinamiento en múltiples países. Ante la incertidumbre, hay quienes piensan que hay una tensión entre salud y economía. Nada más falso. Sin salud no hay economía. Pero, la cuarentena junto con medidas de testeo deben ser efectivas, para lo cual se requiere que todas las personas cuenten con adecuadas condiciones para resistir esta parálisis. Con hambre no hay cuarentena que aguante.

Hay que transformar las economías tradicionales en economías de guerra. Licoreras producen alcohol antiséptico; centros de convenciones y hoteles se convierten en hospitales; textileras producen tapabocas, etc. La primera línea (médicos, fuerza pública, funcionarios públicos, entre otros) lo está dando todo. El ejército conformado por todos los ciudadanos debe contribuir al máximo con sus capacidades. No es filantropía, es solidaridad para la supervivencia. #DeEstaSalimosJuntos.

En colaboración con Carlos Bohórquez Marín, egresado Harvard Business School.

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