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Juan Pablo Remolina
Sábado 14 de enero de 2023 - 12:00 PM

Hambre cero

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El mundo está perdiendo la guerra contra el hambre. En 2015, en el marco de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se estableció como meta erradicar el hambre para el 2030. Sin embargo, según la FAO (Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura), desde entonces hasta el 2021 el hambre ha aumentado en 30 %; cerca de 770 millones de personas padecieron de privación de alimentos, lo que representa el 10% de la población mundial. La tendencia es creciente, incluso después de la pandemia. Por esta razón, el FMI no ha dudado en señalar que estamos en la peor crisis alimentaria mundial de la última década.

La situación en Colombia es aún más grave. Según el DANE, 39 % de la población estaba en situación de pobreza en 2021. En otras palabras, 20 millones de personas contaban con menos de 354.000 pesos para cubrir sus gastos básicos, incluyendo alimentación, vivienda y bienes de primera necesidad. Esto es claramente insuficiente para lograr una alimentación adecuada: ¿4.000 pesos por cada una de las tres comidas al día, sin haber gastado un solo peso en otras necesidades? De hecho, para la Asociación de Bancos de Alimentos se requieren en promedio 423.000 pesos para alimentar a una persona, de acuerdo con los lineamientos del ICBF. No en vano, el 2022 cerró con 308 muertes por desnutrición en menores de cinco años, la cifra más alta en los últimos media década.

En Santander, la población en situación de pobreza fue del 36 % en 2021 (764.000 personas). En el área metropolitana, a noviembre de 2022, 14 % de los hogares consumieron menos de tres comidas al día. El hambre es real y la problemática es aún más desafiante con la inflación más alta en los últimos 23 años, incertidumbre y una expectativa de bajo o nulo crecimiento económico para 2023. Para contrarrestar este escenario, hay que ponerle plata en el bolsillo a los más vulnerables, a través de estrategias de desarrollo económico y generación de empleo.

Asimismo, se requiere crear un sistema alimentario óptimo que abarque desde la etapa de producción hasta el consumo. Por ejemplo, es inaceptable que se tire a la basura un tercio de los alimentos que se producen. De ahí la importancia de promover iniciativas como el fortalecimiento de los bancos de alimentos y comedores comunitarios, así como la producción local de fertilizantes. Santander debe apuntarle a convertirse en un territorio libre de hambre.

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