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Juliana Martínez
Miércoles 24 de junio de 2020 - 12:00 PM

Blackface

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La semana pasada Daneidy Barreras volvió a ser tendencia en las redes sociales. En una serie de videos que borró poco después, Barreras aparece con la cara pintada de negro, supuestamente hablando y actuando como una mujer negra.

Lo que Barreras hizo se llama “Blackface”, que en inglés quiere decir “cara negra”. El término proviene del maquillaje que usaban actores blancos en representaciones teatrales en el siglo XIX en los Estados Unidos con el objetivo de ridiculizar y perpetuar estereotipos sobre las personas negras. Pese a su historia y contenido racistas, la práctica continúa en muchos países, incluido Colombia.

El impacto de esto no es menor. Famosos personajes de televisión (como El Soldado Micolta), e incluso conocidas marcas de productos que se consumen a diario tienen un importante papel en reforzar el imaginario social alrededor de las categorías sobre las cuales se construye y operacionaliza la desigualdad como la raza, el género, la orientación sexual, etc.

Afortunadamente, empiezan a verse cambios. Por ejemplo, después de 130 años, Quaker por fin reconoció las implicaciones racistas de la imagen y el nombre de “Aunt Jemima”, su popular marca de pancakes y miel de maple, y aceptó cambiarlos.

“Aunt Jemima” quiere decir “Tía Jemima”. “Tía” era la manera en la que se le llamaba a las mujeres negras esclavizadas que eran obligadas a cocinar para y cuidar de los niños blancos de quienes eran propiedad. Como eran personas esclavizadas, se les negaban títulos de cortesía como “señora”. Con falso cariño, y mientras se las explotaba y deshumanizaba, se les decía “tía”, “como si fueran de la familia” (¿les suena la frasecita?).

Lo anterior es importante porque el racismo es ante todo es un sistema de opresión que se nutre de imágenes culturales y acciones cotidianas que lo hacen parecer natural y deseable.

Los chistes, los personajes de televisión, y los dichos cotidianos hacen parte de esta naturalización de las jerarquías sociales, económicas y políticas. Confrontar el racismo histórico y sistemático de Colombia implica cuestionar y denunciar estas prácticas.

Recuerden: si deshumaniza y refuerza la desigualdad, no es inofensivo ni es humor. Es discriminación.

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