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Juliana Martínez
Jueves 07 de julio de 2016 - 12:00 PM

De niña quería ser hombre

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Durante muchos años lamenté haber nacido mujer. No porque sufriera de disforia de género, sino porque veía que los hombres gozaban de una libertad y una autonomía que a mí me eran negadas. Quería ser hombre porque cuando ellos salían nadie les preguntaba quién los recogía ni a qué horas llegaban; porque cuando se sentaban les traían comida y bebida; porque siempre tenían más plata que las mujeres; porque, siempre y cuando fueran heterosexuales, podían disfrutar de su sexualidad con aprobación social; y porque me enseñaron que las mujeres somos cantaletudas e histéricas, que no es sino otra manera de decir que lo que decimos no tiene importancia.

Desde niña fui consciente de la división jerárquica e inequitativa de género que estructura nuestra sociedad, y en vez de soñar con cambiarla, desee el privilegio para mí. Absorbí el sexismo que me rodeaba y culpé a mi cuerpo antes que a mi cultura. Internalicé la misoginia del patriarcado y todo lo que sonara remotamente femenino adquirió para mí un tufillo de inferioridad, fruslería y subordinación. Por eso, antes que ser feminista, fui una mujer machista que pensaba estar trasgrediendo los estereotipos de género al asumir actitudes y comportamientos que me congraciaran con los hombres. Todavía soy una mujer machista. Pero gracias al feminismo he aprendido a reconocer la misoginia que aún me lleva a juzgar dura y diferenciadamente a otras mujeres y a mí misma, y a luchar por combatirla dentro y fuera de mí. Porque contrario a lo que muchos creen, el feminismo es la filosofía y el quehacer de la empatía; el ejercicio diario y sumamente difícil de reconocer que todos tenemos derecho a desarrollar un proyecto de vida autónomo fundado en el control sobre nuestros cuerpos, y a vivir libres de violencia.

Por eso, el feminismo es fundamental para la reconstrucción nacional. Para construir la paz no bastan las leyes ni los acuerdos. Hay que ir también, y sobre todo, a las prácticas cotidianas que reproducen la desigualdad. Antes quería ser hombre para acceder a los privilegios del poder, ahora soy una mujer feminista que lucha por desmantelarlos.

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