Juliana Martínez
Lo serio del chiste
*Esta columna fue escrita por un colega y amigo que prefiere permanecer anónimo.
“¿Por qué las mujeres se casan de blanco? Porque así hacen juego con la cocina, la lavadora y la nevera”.
“Una chica pregunta a la bibliotecaria: ¿Derechos de la mujer? Ciencia ficción, último estante”.
“¿Qué tiene la mujer una vez al mes y les dura tres o cuatro días? El sueldo de su marido”.
“Gritó el sargento: - ¡Toquen a diana! Y todos los soldados metieron mano a Diana”.
Este tipo de chistes son comunes en los chats de hombres bien sean de amigos de colegio, trabajo o equipos deportivos. Yo mismo he participado compartiéndolos, con el “ja ja ja” que dicta la etiqueta digital, o a través de mi silencio cómplice.
Aunque sé que estos chistes tienen poca gracia y mucha misoginia, lo cierto es que a 20 años de graduado del colegio todavía me cuesta levantar la mano para romper el círculo de camaradería masculina que se crea a expensas de las mujeres.
Por eso guardo silencio. Guardo silencio porque no quiero volverme el blanco de los ataques, ni quiero ser el aguafiestas ni el exagerado; porque es mucho más fácil callar ante una injusticia que denunciarla. Pero sobre todo, guardo silencio porque puedo. Porque la violencia y la desigualdad que estos chistes promueven me benefician de manera indirecta, y en cambio el hablar en su contra me quita privilegios (sociales, profesionales, etc). Por eso, por ejemplo, escribo, pero no firmo, esta columna.
La risa puede ser una poderosa herramienta de crítica o un efectivo analgésico contra el dolor. Pero también puede volvernos insensibles e indolentes frente a una situación que debería dolernos y movernos a la acción.
Por eso parte del remedio es que como sociedad, pero sobre todo como hombres, dejemos de celebrar y compartir esta clase de mensajes. Revelemos el mensaje oculto que los acompaña y que alimenta la tara cultural en la que muchos de nosotros hemos sido educados, dejemos de construir nuestras alianzas sobre la denigración y objetivación de las mujeres, señalemos sin pena la parte seria del chiste.