En una comunicación que deja ver una intención de diálogo hacia un acuerdo de paz, pero que al mismo tiempo acusa un cierto...
Más allá del “Marymount”
El presunto acoso y abuso sexual de un profesor a alumnas del colegio Marymount de Bogotá ha puesto sobre la mesa lo comunes que son estas situaciones en distintos colegios, y lo poco y mal preparadas que están para afrontarlas.
Yo soy exalumna y exprofesora del Marymount. Como persona que fue formada y que tiene una profunda deuda de gratitud con esta institución, sé que debo actuar como me enseñaron allí: de manera crítica, propositiva y buscando soluciones.
En ese sentido, es fundamental que, más allá de este caso en particular (que está siendo investigado por las autoridades competentes), entendamos que, aunque la culpa es siempre del acosador/abusador, estas cosas suceden porque estamos inmersos en una cultura y una sociedad que, entre otras:
1. Culpa a las niñas, niños y adolescentes del acoso y/o abuso que sufren (tildándolas de “busconas”, “maduraditas biches”, “lolitas”, “fáciles”) en vez de responsabilizar a los adultos que las acosan y/o abusan, y a quienes lo permiten.
Además, esta revictimización suele agravarse cuando se trata de jóvenes LGBT.
2. Naturaliza el acoso, normalizando comentarios de adultos (incluidos profesores) sobre los cuerpos y/o apariencia de las estudiantes, y “romantiza” relaciones de estudiantes de colegio y profesores llamándolas “noviazgos”.
Hay que ser claros: estas relaciones son una falta de profesionalismo muy seria por parte del docente, y en todos los casos hay un abuso de poder que, dependiendo de las circunstancias, puede incurrir en acoso y/o abuso sexual.
3. Le tiene miedo a hablar de sexualidad, bloqueando iniciativas de educación integral para la sexualidad que son fundamentales para prevenir el acoso y el abuso sexual.
Si realmente queremos proteger la niñez tenemos que romper la cultura del silencio y actuar en conjunto.
Para eso, tenemos que hacer cambios institucionales, culturales y sociales que incluyen perderle el miedo a una educación sexual apropiada a la edad del menor que se extienda a toda la comunidad educativa.
Ante todo, tenemos que tener claro que la falta de una educación integral para la sexualidad, y el silencio e inacción frente a esta no protege a los menores, solo beneficia a sus abusadores.