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Juliana Martínez
Miércoles 05 de octubre de 2022 - 12:00 PM

Más diversidad racial, pero con voz

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Hace unas semanas salió al aire el trailer de la nueva versión de La sirenita, protagonizada por Halle Bailey, una actriz afroamericana.

Esta no es una decisión menor. Recordemos que solo hasta 2009 Disney incorporó su primera princesa negra, y hasta antes de la nueva Ariel, seguía siendo la única. Es más, solo hay otras tres princesas que son mujeres de color: Jasmine, Pocahontas y Mulan. De resto, todas las princesas de Disney son blancas.

Ver una Ariel negra ha sido motivo tanto de euforia como de rechazo. Estas fuertes reacciones son prueba de que la representación sí importa, y de que cuando poblaciones históricamente invisibilizadas o representadas a través de estereotipos y prejuicios ocupan el lugar protagónico, nuestros modelos mentales pueden también empezar a transformarse.

Pero más allá de la raza de la protagonista, La sirenita sigue siendo una de las películas más problemáticas de Disney por el profundo sexismo de su premisa: la idealización de una mujer que entrega su voz, y abandona sus sueños de libertad y autonomía por el amor de un hombre.

Sí, la representación importa, y en ese sentido es sin duda importante que la nueva Ariel sea una mujer negra. Pero las historias también importan.

¿Realmente queremos que millones de niñas negras, y de todas las demás razas también, se identifiquen con una mujer que silencia su voz y deshecha su proyecto de vida por el amor de un hombre?, ¿no es esta dinámica aún más problemática cuando se trata de una mujer negra aceptando callar para ser aceptada (y amada) por un hombre blanco?

La inclusión de identidades históricamente invisibilizadas es un paso importante pero insuficiente. Incorporar mujeres negras en historias que siguen afianzando las viejas jerarquías de género no es progreso, es tokenismo. Es decir, exclusión disfrazada de inclusión.

Ojalá la próxima sirenita cuente una historia diferente: la de una mujer (negra, o de cualquier otra raza) que se niega a silenciar su voz y defiende su autonomía y libertad, y la de un hombre (o, por qué no, una mujer) que la respeta y ama por ello.

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