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Juliana Martínez
Miércoles 05 de febrero de 2020 - 12:00 PM

No es amor, es trabajo no pago

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“Eso que llaman amor es trabajo no pago”, la emblemática frase feminista, comienza a tomarse cada vez más en serio en la región.

Ciudad de México modificó su constitución y reconoce el cuidado como derecho, Uruguay creó el Sistema Integral de Cuidados, y Argentina acaba de crear la Dirección de Cuidados Integrales como parte del Ministerio de Desarrollo Social.

Todos estos son importantes esfuerzos hacia la democratización del cuidado, un componente esencial de la equidad social.

El cuidado no un tema que tienen que resolver por su cuenta mujeres o familias individuales. Es un tema de política pública porque la realidad es que todas las personas necesitamos del cuidado de otros en distintos momentos de nuestras vidas, y es inadmisible que esta responsabilidad siga recayendo casi exclusivamente en el trabajo no o mal remunerado de las mujeres.

Los trabajos que los hombres han hecho históricamente han sido reconocidos como trabajo y remunerados como tal. Por el contrario, las labores que se nos han encargado a las mujeres (cocinar, limpiar, cuidar, servir, educar en valores, etc.) son vistas como actos a los que “la mujer” se siente llamada por naturaleza, y por tanto o no son compensados o lo son de manera paupérrima.

Vincular el ser y el amor femenino al cuidado ha servido para endulzar y enmascarar la opresión y explotación en la que hemos vivido históricamente (y en la que aún viven) millones de mujeres.

Además, las mujeres no solo hemos venido realizando estas tareas sin remuneración, sino que con frecuencia pagamos un altísimo costo: la dependencia a hombres que en muchos casos son nuestros abusadores.

Pero gracias a las luchas feministas, cada vez se reconoce más claramente que el cuidado de las personas más vulnerables de nuestra sociedad no es una cuestión de amor, devoción o sacrificio, sino un tema económico.

Como dicen las jóvenes feministas: “Si no tiene valor lo que producimos, produzcan sin nosotras”.

Afortunadamente este llamado a reconocer el valor, no simbólico, sino monetario, del trabajo del cuidado comienza, por fin, a ser escuchado por la sociedad y los estados. Ojalá Colombia escuche también.

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