Usualmente cuando se habla de aborto (y otros derechos reproductivos) se habla exclusivamente de “mujeres” y/o “niñas”. Yo misma lo he hecho en varios textos, y ofrezco esta columna como rectificación y con el ánimo de seguir aprendiendo y avanzando en la lucha de derechos para todas las personas.
Aunque es cierto que la mayoría de personas que necesitan acceder a la interrupción voluntaria del embarazo son “mujeres y niñas”, también es cierto que esa expresión es limitada e, inadvertidamente, contribuye a un visión cis-sexista de la sociedad. Es decir, una sociedad que asume que todas las personas son, y deben ser, cis-género, que es una palabra que nombra a quienes no son trans.
Por eso, es fundamental recordar, y nombrar explícitamente, que no solo las mujeres cisgénero se embarazan. También lo hacen los hombres trans y las personas no binarias asignadas al sexo femenino al nacer.
Al hablar solo de “mujeres y niñas” cuando de aborto y otros derechos reproductivos se trata contribuimos sin querer a la invisibilización de y discriminación contra los hombres trans y las personas no binarias con capacidad de gestar cuyos derechos resultan doblemente vulnerados: se les niega el acceso al aborto, los anticonceptivos, etc. y, además, ni siquiera se les reconoce su necesidad y derecho a acceder a ellos.
Así, es importante aclarar que, cuando decimos “mujeres y niñas” estamos diciendo “mujeres y niñas cisgénero” y que, además, el aborto es igualmente importante para los hombres trans y las personas no binarias con capacidad de gestar.
Hablar de mujeres y niñas cis, hombres trans y personas no binarias con capacidad de gestar puede ser largo, pero es fundamental pues reconoce la diversidad dentro de las luchas por los derechos sexuales y reproductivos, incluido el aborto.
No se trata de ser “políticamente correctos”, ni mucho menos implica “borrar” o invisibilizar las experiencias ni la lucha de las mujeres cisgénero.
Contrario a lo que quieren hacernos pensar los feminismos trans-excluyentes, la inclusión no amenaza ni menoscaba los derechos de nadie, por el contrario, es un paso necesario y urgente para crear sociedades realmente igualitarias.