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Juliana Martínez
Jueves 01 de noviembre de 2018 - 12:00 PM

Un mundo sin reglas

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Este año cumplí cinco años de no tener la regla gracias a un anticonceptivo intrauterino llamado Mirena. No fue fácil lograr que me lo pusieran pues, por no tener hijos, los médicos me negaban información o exageraban los riesgos del mismo dispositivo que les recomendaban sin reparos a mis amigas que son madres.

Cuando finalmente me lo pusieron, mi vida cambió. Dejé de tener cólicos todos los meses, de gastar plata en tampones y pastillas anticonceptivas, y me sentí mucho más cómoda en mi propio cuerpo.

Pero más allá de mi beneficio personal, esta experiencia me confirmó lo que ya sospechaba: que hoy en día la regla no es un destino biológico, es un mandato social, pues hace años existe la tecnología para brindar a las mujeres la opción de no menstruar, con poco o ningún riesgo.

Pero el argumento del “riesgo” resulta casi ridículo cuando pensamos que para la gran mayoría de mujeres sin hijos en el país es más fácil conseguir un médico que les haga todo tipo de cirugías estéticas, a uno que les ponga un anticonceptivo intrauterino, sobre todo si son jóvenes o adolescentes, que es cuando más convendría tenerlo.

Es decir que el sistema médico y social está mucho más dispuesto a permitir que las mujeres tomen decisiones riesgosas para su salud cuando se trata de reafirmar el patriarcado, que cuando desean subvertirlo tomando decisiones autónomas sobre su capacidad reproductiva.

Con lo anterior, no estoy diciendo que los dispositivos intrauterinos o que el no tener la regla sea lo mejor para todas las mujeres. Como todo en el feminismo, se trata de que podamos por fin decidir sobre nuestros propios cuerpos.

Negarnos a pensar que la menstruación es hoy una opción y no una obligación biológica hace parte de las constricciones patriarcales a la autonomía corporal de las mujeres y de la restricción de nuestros derechos sexuales y reproductivos.

Ya es hora de que aceptemos que lo que la naturaleza nos ha dado es la capacidad de gestar, no la obligación de hacerlo, y que la decisión es personal e intransferible.

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