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opinion/columnistas/libardo leon-guarin
Lunes 27 de abril de 2020 - 12:00 PM

El país no es solo pandemia

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Sin minimizar las dimensiones catastróficas, sorpresivas y todo lo que se quiera decir sobre la situación absolutamente atípica que estamos viviendo, tampoco podemos tomarla como cortina para tapar los problemas cotidianos pasándolos al olvido, una enfermedad social frecuente que padecemos los colombianos, no de ahora. No más extravío, por favor, con frasecitas dulzonas “positivas”, pensando más con deseos que con la realidad palmaria, atribuyéndole a los colombianos cualidades que no tenemos arraigadas ni se forman de noche a mañana, sobre disciplina personal, el respeto a los derechos del otro, la confianza de que no nos están engañando en el banco, el policía, el tendero o el vecino; sobre la solidaridad sin caridad o el sentido de la prevención planeada.

Antes que miedo a enfermarse o a morirse hay miedo a la factura de pago, en un sistema social que desmanteló la atención pública en salud, que debería volver a ser responsabilidad garantizada del Estado; no con cascadas de decretos de emergencia –van más de cien- sin garras para hacerlos cumplir; como para lavarse virtualmente las manos, con omisiones enormes como la del control de precios, que para los neoliberales equivale a mostrarle la cruz al diablo. El virus no puede usarse para el “todo va bien”; deben continuar p.e. procesos enormes, grandes y pequeños contra la corrupción, sobre responsabilidades por puentes caídos, chanchullos con el PAE, la “ñeñe” política, los pendientes del señor Uribe, la restitución de tierras origen de otra pandemia: el asesinato de líderes sociales, condenado por todos pero creciendo aún en cuarentena. ¿Será que algún prestidigitador logra convencernos del olvido como secuela colectica del Covid-19?

Que el país seguirá sin continuar el mismo después de la pandemia, está en la agenda de futuros inmediatos, sin borrón y cuenta nueva. Algunos negociantes de la educación ya piensan en la educación virtual ensayada como ahorro de costos en maestros, espacios, impuestos, servicios, no importa cómo sea la calidad educativa, ni las secuelas psicológicas en los educandos sin compañeros ni maestros presenciales. Otros sueñan con el teletrabajo pero sin modificar el Código del Trabajo para garantizar derechos de teletrabajadores. Y los economistas darwinistas y maltusianos jóvenes, contentos sin viejos improductivos pero consumidores.

Adenda.- Toda una paradoja decirle a los miles de habitantes de calle, en la miseria más inmunda, “¡Quédate en casa!”

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