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Libardo León Guarín
Lunes 20 de mayo de 2019 - 12:00 PM

El revolcón de la semana

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Confundir intencionalmente gobierno con país, para justificar una crisis institucional cada que crece la temperatura política, recuerda la frase de M. Twain: “la lealtad al país siempre ... la lealtad al gobierno cuando se lo merece”. Aclaración oportuna porque no queda duda que la decisión de la JEP sobre una extradición, antes que poner en crisis la justicia por esto y no por todo en lo que en su interior sucede, antes que vestiduras rasgadas y Constituyentes, debería alentarnos porque no todo estaría perdido; se produjo un fallo valiente por encima de presiones contra el proceso de paz.

Eso fueron las vergonzosas triquiñuelas en el Senado para tragar entero las objeciones del Presidente, este sí “interino” por manipulado; los “desayunos” en la embajada gringa y sus acosos ingerentistas asustando con suprimir visas, en un país donde algunos apátridas creen que no tenerla es la muerte civil; ya se sabía que los verdaderos titiriteros eran el Mesías y el Fiscal bien ido, alegando defensa de la democracia cuando se trataba de sus propios pellejos. Porque la renuncia de una ministra anónima y opaca -¿Cómo se llama?-pasó inadvertida. Para que ahora salgan los salvadores otra vez con la unión nacional, convocando al pueblo como lo hizo el Fiscal saliente; mientras el gobierno hace aguas, continúan asesinando líderes sociales por reclamar tierras robadas y se visualiza un frenazo socia; el Dane considera que un 27% de la población es pobre. Mientras miran para otro lado intentando “salvar a Venezuela”, tarea que el Ministro de exteriores no ha podido desarrollar de manera más arrodillada y precaria.

¡Cuánto se podría decir sobre el revolcón de la semana! Pero dejemos espacio para otro más cercano: Que nuestro oro es el agua, como decían algunas pancartas en la nutrida manifestación de protesta y defensa de intereses comunes altamente defendibles, no queda dura. Ver a tanta gente allí, como el fallo comentado de la JEP, alimenta la esperanza de que no todo está perdido. No podemos permitir que en nuestra fuente de agua se construya una mina subterránea; nada nuevo por lo demás: la explotación de oro y plata desde la Colonia –Potosí en Bolivia y Guanajuato en México p.e.- dejaron extensas zonas convertidas en desiertos y su población empobrecida pasado el relumbrón de los espejitos “regalados” para doblegar vecinos, como está sucediendo en Santaurbán.

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