Una andanada jurídica de demandas de distinta índole contra el Gobernador de Santander y el inexplicable silencio del mandatario,...
Reír llorando
Una semana es muy poco tiempo para tantos sucesos extraordinarios, porque los rutinarios dejémoslos pasar; realidad variopinta difícil de atrapar, que va desde acontecimientos alrededor de la pandemia hasta la bienvenida a una nueva república bananera. Merece consideraciones que pueden ser palabras al viento, porque nos acostumbramos a que todo pase, dejarlo pasar, sin extraer enseñanzas ni miraditas siquiera que sirvan para prever el futuro.
Alienados con tecnologías de punta, con nuevas aplicaciones de cada semana para televisores, teléfonos, vehículos, computadoras, menaje, robots, etc. nos sorprendió un virus ya con 1.200.000 muertos, sin que después de 10 meses se conozca medida acertada para frenarlo, deferente a la aplicada por siglos a los leprosos, aislándolos, como caballo desbocado mutando y rebrotando con furia de miedo, sobrecogiendo hasta a los científicos, cuyos inventos vienen siendo orientados ante todo para el capital, no siempre sinónimo de bienestar humano.
Y en medio de semejante calamidad, seres humanos ignorantes de su victimización porque la educación para el desastre es asunto demasiado serio para dejarla en manos de los economistas del éxito comercial. Ahí tenemos a las nuevas generaciones, jóvenes formados para el liberalismo individualizado y el consumo efímero, dando muestras de irresponsabilidad social; y los demás que se jodan, que se contaminen; pareciera que en los contenidos formadores para la vida les estén incluyendo el desprecio por vivirla, antes que la fuerza para renovarla colectivamente.
Y de la semana que pasó, dejando por espacio tantos otros acontecimientos, la entrada sonora de los EE.UU. al club de las repúblicas bananeras, un término acuñado por ellos para señalar con desprecio a países que más parecían fincas suyas, políticamente de un tropicalismo pintoresco, con golpes de estado a la carta, con y sin fraudes, masas arrastradas con insultos apasionados y promesas incumplidas; difícil será seguir creyendo en la “democracia americana” autoproclamada por ellos. Añádale el vergonzoso papel de los latinos agringados, alineándose con la extrema derecha, haciendo alarde de lo que ya se sabía aquí y allá: que no hay mejor gringo que un profesional latino migrante, así lo tengan lavando inodoros.
Adenda. Para los lectores de literatura patriótica, dos libros recientes: “La senda de nuestra independencia” de Efraín Mantilla Azula y “En nombre de la libertad” del charaleño Edgar Cano Amaya.