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Libardo León Guarín
Lunes 12 de diciembre de 2022 - 12:00 PM

Siglo y medio después

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El tema estaba en el rescoldo; esta vez intentaron sacarlo –El Espectador 27-11-2.02- como para recordar que el federalismo puede ser una alternativa al despelote administrativo del Estado, gobernado con el modelo centralista desde 1.886, después de un intervalo entre las Constituciones de 1.853, reforzada con la de 1.863, y la de 1.886. Antes, en la segunda década del siglo XIX sin haber nacido aún la República, se dieron fuertes controversias entre centralistas y federalistas acerca del modelo más conveniente para organizar el nuevo Estado en ciernes.

¿Pero qué es el federalismo? Es una teoría político-administrativa sobre el ejercicio del poder, que busca solucionar problemas que competen al Estado, basada en la idea griega de obtener mejores resultados si se administran unidades pequeñas –la ciudad estado-, y no extensiones de tierra como Colombia llamado país de ciudades; respetando las autonomías culturales regionales, cada una de estas con su parlamento y constitución propias, sin que el poder central fuerte pierda su soberanía; a este se le asignan de manera exclusiva el manejo de las relaciones internacionales, el ejército nacional, la banca central, dirimir conflictos internos, etc. La Nueva Granada quedó dividida en 9 estados territoriales confederados y convulsionados, con idearios liberales que querían ser contemporáneos y modernos para la época: se favoreció el desarrollo industrial, la libertad de pensamiento y de cultos, la separación Iglesia-Estado, la educación pública laica (se fundó la Universidad Nacional en 1.867) y se promovió una educación integral en cuya aspiración todavía estamos, se promulgó la extinción de los monopolios y se descentralizaron compras y gastos de los entes territoriales. Aalgunos de estos propósitos solo se recuperaron con la Constitución de 1.991, porque fueron sepultados en 1.886 cuando se regresó al centralismo; la elección popular de alcaldes y gobernadores son vestigios del federalismo decimonónico. Hoy conviven con este modelo EEUU, Rusia, México, Bélgica, Venezuela, Argentina ....

Dentro del radicalismo que inspiró esta nueva visión del Estado, crecieron a la par con guerras civiles, corrientes de intelectuales que sin salirse de los preceptos liberales -ser liberal entonces era ora cosa-, ejercieron liderazgos que dejaron huella; nadie dudaría de la avanzada ideológica del Olimpo Radical con Manuel Murillo Toro, Salvador Camacho Roldán, Julián Trujillo, Eustorgio Salgar y hasta un Zapatoca, Florentino Vezga, perdido en la capital. Algo iba de este liberalismo al neoliberalismo actual, siglo y medio después.

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