Por la historia de El Carrasco, desde sus comienzos hacia mediados de la década del 70, hasta hoy, han pasado todo tipo de...
Embriagado de poder
Nadie escoge en qué familia nacer, pero su ejemplo sí es determinante para el curso de la vida. Nos hemos acostumbrado a normalizar los comportamientos díscolos, a veces rayando en el borde de lo permitido, de aquellos a los cuales graduamos de ‘ovejas negras’, casi que con una cierta complacencia picaresca. El problema es cuando esas líneas que trazamos se vuelven difusas. Aplica para el entorno privado, y más aún, cuando se toma la decisión de convertirse en una mujer o en un hombre públicos.
La historia está cargada de ejemplos en los cuales el poder embriaga y, sumado a la ambición, terminan rompiendo el saco. El último escándalo ha salpicado la figura del presidente de la República, Gustavo Petro, precisamente un líder combativo que ha denunciado, como congresista, casos emblemáticos de corrupción con largos tentáculos en la clase política colombiana que han terminado, buena parte de ellos, en juzgamiento y condena. Quienes catapultaron a Petro y su Pacto Histórico en la presidencia lo hicieron con el convencimiento que, por fin, las viejas prácticas de las élites que se han turnado el poder en Colombia iban a cambiar.
Las conversaciones del diputado a la Asamblea del Atlántico, Nicolás Petro, con su exesposa, reveladas en la revista Semana, son devastadoras. Un jovencito arropado bajo la imagen de su padre, cuyas intenciones de emularlo no son pecado, termina aplastando lo que justamente su papá ha enfrentado con vehemencia toda su carrera política: enriquecerse a punto de utilizar su influencia como miembro de una familia que hace rato es poderosa. Vaya paradoja.
Además de apropiarse de recursos destinados a la campaña presidencial, de dudosa procedencia, y hacer cabildeo con altos funcionarios para pedir puestos, la revista Cambio le puso números al ritmo de vida que el primogénito del presidente se da en la ciudad de Barranquilla. Compras en restaurantes exclusivos, cuentas onerosas en hoteles, atracción por joyas con esmeraldas, ropa de marca, vivienda en el sector más exclusivo, gastos que suman mensualmente más de $40 millones para un diputado que recibe por esa labor $16 millones. Golpe al hígado de la causa petrista.