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Luis Fernando Rueda
Lunes 07 de noviembre de 2022 - 12:00 PM

En beneficio de la humanidad

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Ocho dólares mensuales, devaluados $40.000 pesos, costará mantener el símbolo de verificación en la red social Twitter, un pequeño ‘chulo’ que acompaña el nombre de la cuenta cuyo fin -hasta ahora- es autenticar que, en efecto, sí es de quien dice ser su dueño. Para ello, antes de que el hombre más rico del mundo, Elon Musk, terminara por fin comprando esta red, había que cumplir con una serie de requisitos para lucir el chequeado. Una forma sutil de segregar en primera y segunda clase entre, más o menos, 320.000 usuarios.

Musk, un excéntrico magnate norteamericano dueño de empresas como Tesla, que produce vehículos eléctricos, o SpaceX, pionera en la industria aeroespacial, se hizo dueño de la emblemática red del ‘pajarito’ azul a nombre, según él mismo, de garantizar la ‘autonomía de la plaza pública’, como considera a Twitter, luego de pagar U$44.000 millones, zanjando así una disputa que iba camino a un juicio entre la influyente red y su nuevo dueño. El magnate, que había hecho una oferta desde abril pasado, siempre lamentó que la empresa no estuviera a la altura de su potencial como plataforma para garantizar la libertad de expresión.

Para el multimillonario, las reglas de moderación de contenidos y la incertidumbre sobre la cantidad de ‘bots’ minan la credibilidad de Twitter. Los efectos de la compra ya tuvieron las primeras repercusiones. Casi la mitad de los 7.500 empleados globales fueron despedidos en menos de una semana luego de su arribo. Empresas como Volkswagen, United Airlines y Pfizer, entre las más conocidas, suspendieron la pauta a la espera del rumbo que tomará la red social en manos de Musk.

Para expertos del mundo digital, “lo que hace a Musk especialmente poderoso y posiblemente más peligroso que los magnates de la era industrial es su capacidad para promover sus negocios e ideas políticas con un tuit”, lo que va en contravía de su aparente lucha por ‘salvar la humanidad’. Musk, según sus detractores, ha buscado posicionarse como genio tecnológico que puede romper las reglas y es un verdadero peligro al considerarse un “absolutista de la libertad de expresión”. Ya veremos.

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