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Luis Fernando Rueda
Domingo 15 de diciembre de 2019 - 12:00 PM

Persecución en Porsche

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El coronel retirado Hugo Aguilar Naranjo podría haber pasado a la historia como el mítico oficial de policía que hace 26 años, según su propia versión, dio de baja al narcotraficante Pablo Escobar, tenebroso capo del mafioso Cartel de Medellín. Nada menos. Sin embargo, el ‘gusanillo’ de la política, su autopromocionado don de servicio a la comunidad y una fuerte dosis de ambición por el poder, lo llevaron a ubicarse en el lado que no le correspondía.

El expolicía saltó entonces a la Asamblea de Santander a ocupar una curul como diputado del cuestionado partido Convergencia Ciudadana, se hizo elegir en 2004 como Gobernador de Santander, su obra más representativa la esculpió sobre las breñas de Cañón del Chicamocha, saliéndose con la suya construyendo el Parque Nacional, el famoso Panachi, lugar en el que sus visitantes, el día de su inauguración en enero de 2009, vieron con sorpresa que un busto suyo había sido instalado allí. Un inusual homenaje a sí mismo que algún asesor ordenó retirar pronto.

Su mesianismo le alcanzó, por un lado, para hacer elegir a sus hijos gobernadores y congresistas, en una pirueta que los ha convertido, así no les guste reconocerlo, en una poderosa dinastía familiar que sabe cómo se ganan las elecciones. Por el otro, tendió puentes con el empresariado, y a la vez, estableció alianzas con el paramilitarismo, delito por el que fue detenido y condenado a pagar nueve años de cárcel.

La Fiscalía General de la Nación le ha seguido la pista a una larga lista de posibles propiedades y bienes suyos acusándolo de enriquecimiento ilícito y lavado de activos, situación diferente a los argumentos dados por el excoronel, quien dice sobrevivir únicamente de su pensión como policía en una vivienda del exclusivo condominio Ruitoque, para no cumplir con su compromiso luego de haber obtenido la libertad condicional, de pagar una multa que repararía víctimas de grupos de autodefensas.

Ahora que ha sido capturado de nuevo sus ‘amigos’ cercanos, que en público miran para otro lado pero que en privado le deben favores, hablan de persecución política. ¿Persecución en Porsche? Vaya, vaya...

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