La semana anterior los habitantes de Bucaramanga fuimos enterados, por virtud de las redes sociales, que vecinos de la calle 55 entre carreras 17 y 21 levantaron la infraestructura -baches y bolardos- que hacía parte de la ciclorruta que atraviesa este sector de la ciudad.
El alcalde de Bucaramanga, Juan Carlos Cárdenas, salió casi al mismo tiempo a informar que, desde su despacho, ordenó el desmonte de algunos tramos de los 20 kilómetros que hacen parte del trazado de carriles exclusivos, dando cumplimiento a un fallo judicial el cual determinó, en su momento, su inminente reestructuración.
Al margen de la conveniencia o no de que una ciudad como Bucaramanga incorporara dentro de su infraestructura vial esta clase de soluciones a la compleja movilidad urbana, con todos sus pros y contras, entre los cuales está la inversión de cerca de $15 mil millones, no deja de ser lamentable que este, como otros tantos casos, sean la regla acostumbrada: dar un paso adelante para, luego, echar dos para atrás.
Lo resumió el empresario Rafael Marín Valencia, con una dosis de ironía combinada con realismo, en la reciente Asamblea de Prosantander, que él preside, sobre la frustrada construcción de la vía Bucaramanga – Pamplona, por la conéctate C1 – C2, actualmente suspendida a la espera de un fallo del tribunal de arbitramento, luego de los reclamos de ciudadanos opositores al proyecto por el impacto ambiental de la obra. “Nos vamos a quedar sin los árboles y sin la vía”, reclamó el dirigente gremial.
Da envidia de la buena ver, en el tramo Pamplona – Cúcuta, los avances de las obras que se adelantan actualmente con el fin de mejorar las especificaciones de una vía que, décadas atrás, daba lástima. A lo largo de su trazado se ven frentes de obra que trabajan febrilmente en procura de entregar un corredor de doble calzada que permitirá mejorar la conectividad con este departamento, y por consiguiente, con Venezuela.
Podría uno poner la lupa sobre muchos ejemplos más, para corroborar que a diferencia de otras regiones colombianas, nuestra mentalidad cortoplacista nos pone siempre a la velocidad de una bicicleta... pero estática.
