Al tiempo que comienzan a agitarse las campañas políticas que buscan obtener victorias el próximo 29 de octubre en alcaldías,...
Opinión: La última columna de Manolo Azuero
- Opinión: La última columna de Manolo Azuero (Foto: Archivo/VANGUARDIA LIBERAL)
Cuento cinco años desde que empecé a escribir aquí en Vanguardia. Desde mis 17 años hasta mis 22. Dije, en una de mis primeras columnas, que quería ser una voz contra la indiferencia. Realmente, al final, lo que hice fue recopilar las voces de otros, de muchos, contra la indiferencia de la clase dirigente local, frente a los reclamos de la gente.
Contamos – y hablo en plural porque a través de estas líneas contaron sus historias los lectores –, que quienes ejercen el poder público se olvidan con frecuencia del “para qué” de su papel. Ese manejo del Estado como si fuese una finca, en la que unos políticos y contratistas celebran su precariedad moral, quedó descrito bajo múltiples títulos. También la dejadez de la función pública, que derrocha el erario en lo inane o abandona obras a medio hacer, ocupó esta columna.
Si miro hacia atrás, quedan muchas cosas en el camino. Una, la impunidad que rodea los hechos advertidos. Otra, la desvergüenza de los de turno – concejales, gobernadores, alcaldes, o secretarios de despacho – que, a pesar de las faltas evidentes que cometen, se venden como hombres y mujeres de buena fe que trabajan por la comunidad. También resalta la doble moral de algunos pocos, periodistas, políticos y empresarios, que aplauden la denuncia de los abusos del poder pero por la puerta de atrás, cuando les conviene – ya sea por un contrato, un ajuste al POT, un poco de pauta, o cualquier beneficio –, comulgan con quienes cometen dichos abusos. Ahora, no todo es tan gris. Al contrario, lo más importante que me dejan estos años es la gratitud de tantos por lo que aquí se escribió. Esa gratitud es reflejo de una sociedad que, en su mayoría, no comparte la bellaquería con la que se gobierna lo público. Estoy convencido, por muchas razones, de que cada vez con más fuerza esos muchos, que aspiran a un Estado al servicio de todos, desplazarán a los pocos que han puesto al Estado a su servicio.
Esta es mi última columna. Voy a trabajar y a estudiar para ojalá regresar, en unos años, a escribir otra columna distinta, con las mismas convicciones alrededor de la defensa de lo público, pero con nuevas ideas. Muchas gracias a Vanguardia y a sus lectores.