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Marc Eichmann
Sábado 28 de marzo de 2020 - 12:00 PM

Crisis y solidaridad

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Lejos del descalabro de los mercados financieros y de la destrucción de los ahorros de aquellos que han tenido la fortuna de participar en ellos, el impacto económico de la pandemia del coronavirus y de la guerra del petróleo entre Rusia y Arabia Saudita nos obliga a dar una mirada crítica a la estructura de cómo se alimenta nuestra sociedad.

En resumidas cuentas, lo que está creando esta pandemia es una crisis de oferta, en contraposición a las crisis de demanda que hemos vivido anteriormente. En una crisis de oferta el problema no es la falta de consumo de la gente, sino el cuello de botella que aparece porque la gente no puede producir.

Sin embargo, en un mundo en donde, de acuerdo con estadísticas del Banco Mundial, el 65% de la producción está compuesta por servicios que, de faltarnos, no son 100% imprescindibles para sobrevivir, el problema no está necesariamente en que no estemos produciendo lo necesario para vivir, sino en que tenemos que encontrar mecanismos para distribuir lo que producimos sin alienar a los menos favorecidos.

Redistribuir la producción de alimentos y bienes básicos no es una responsabilidad del sector privado, a pesar de los esfuerzos de bastantes compañías, sino un esfuerzo que le corresponde al Gobierno Nacional emprender con energía.

Desde los subsidios a la población mayor y a familias en acción, hasta las facilidades de forma de pago para los servicios públicos, el Éjecutivo se ha esforzado por mitigar la crisis social que se avecina, insisto, no por falta de insumos alimenticios, sino por la potencial desigualdad en su distribución.

Estos esfuerzos del Gobierno, aunque bien intencionados, tienen poca probabilidad de ser suficientes ante la magnitud de la crisis.

Debido a que la alta informalidad en el empleo hace que más de la mitad de la población no está contratada por empresas con la capacidad financiera para mantener sus ingresos, se hace necesario que apelemos a la solidaridad para solucionar una potencial crisis humanitaria que nos impactará a todos. Como lo manifestó el Papa Francisco ayer, “en esta barca estamos todos”.

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