Dice el dicho popular que hasta a la mejor cocinera se le ahuma la olla. En estos tiempos en los que la economía se resiente por los aislamientos implementados por las autoridades locales a raíz del COVID-19, un sector ha demostrado una fortaleza inusitada, el de la construcción residencial.
Las cifras demuestran una salud sorprendente en esta actividad empresarial. La ventas de vivienda de interés social se encuentran en máximos históricos y gran parte de ellas se están reflejando en 2021 en obras que generan empleo.
Para lograr este resultado la gestión del Gobierno y su ministro Malagón ha sido destacable. Trabajando en conjunto con la agremiación del sector, Camacol, y su presidenta Sandra Forero, logró alinear los factores necesarios para generar el empleo que le permite alimentarse a cientos de miles de familias.
El primer acierto fue la aplicación de los protocolos de seguridad, temprano en la pandemia. Con ellos fue posible que la ejecución de las obras continuará en la incierta situación causada por la pandemia. La reacción articulada y rápida, del sector privado y el Gobierno central, pudo más que los formularios solicitados por algunas administraciones locales.
La segunda victoria fue la garantía de subsidios para vivienda de interés social a tres años, y los subsidios a la tasa para viviendas de menos de COP 430 millones, que permitieron a múltiples familias acceder al sueño de una vivienda, en la medida que buscaban invertir su dinero con menor riesgo.
Sin embargo, el sector constructor, a pesar de sus ventas, tiene dificultades. Múltiples factores externos, como el incremento de más de 50% de los precios del acero, las dificultades para acceder a financiación para construcción y créditos de largo plazo para los compradores, el menor incremento del salario mínimo con respecto al planificado -se estimaba un incremento de 5,5% asociado a los precios de la vivienda de interés social versus un 3,5% actual, golpearán en 2021 y 2022 los márgenes de algunas constructoras y pondrán en riesgo su salud financiera. Esperemos por el bien del empleo que solo termine siendo humo en la olla.