Como lo anticipamos hace unas semanas y lo confirmó una reciente denuncia de nuestros periodistas, la contaminación visual,...
El nuevo gurú
A algunos les llena sus necesidades profundas ese sentimiento de que el mundo no tiene limitaciones para ellos. Desean hacer lo que quieran cuando ellos quieran, independientemente de las consecuencias que tienen en los demás sus acciones o decisiones. Están convencidos de que pueden moldear el mundo a su alrededor, todo mezclado por ese desprecio hacia el prójimo, del cual incorporan el punto de vista solo en la medida que valide su omnipresente voluntad.
Son ellos los del “usted quién cree que soy yo”, aquellos que no reaccionan independientemente de que el mundo les grite y casi les suplique que auto reflexivamente vuelvan a la sensatez. No oyen a los estudiosos sino cuando aprueban su punto de vista y se rodean de aduladores cuando sus alfiles en su ministerio intentan abrirles los ojos.
Para mantenerse buscan imponer su visión del mundo a los demás con discursos efectistas alejados de lo racional. Descalifican a quienes no están de acuerdo con ellos, siendo siempre ellos los buenos en la disputa. No tienen problema en calificar a quienes se les interponen de malandros, sin prueba alguna, y con su empeño e inteligencia logran capturar la atención de incautos.
Recomiendo la película el Motín del Caine, protagonizada por Humphrey Bogart, que refleja muy bien como el mundo que rodea a estos personajes poco a poco se va cerrando. Se van quedando solos o rodeados de amigos que los van llevando a ser cada vez más tercos con el fracaso de sus causas mal formuladas. Terminan disgustándose con el mundo porque para ellos si la realidad, como los molinos de Don Quijote, les da sus golpes, la causa no es de interponerse en sus aspas sino de los molinos por existir.
No le deseo a nadie adoptar esas posturas. La presión de siempre tener la razón y estar enfrentado a la realidad que da golpes de bastón de mando con sus zarpazos lleva a bronco aspirar sus propias convicciones. El problema es que en su tortuoso camino dejan, al borde del camino, las cicatrices mortales de quienes no validaron su locura.
Un saludo a Medellín.