Colombia pasó en los últimos años por la feroz pandemia del COVID, disturbios sociales de envergadura, una caída sin precedentes de los precios del petróleo, primer bien de exportación del país, y una preocupante crisis en los mayores socios comerciales de antaño como lo son Ecuador, Perú y Venezuela.
Esta tormenta perfecta tuvo su cereza con el huracán Iota y se está viendo complementada por un crudo invierno que se antoja peligroso dados los anuncios del Ideam sobre la permanencia del fenómeno de la Niña y sus inundaciones hasta el mes de marzo.
A cualquier persona sensata, a la cual se le hubiese anunciado tremendo entorno con antelación, habría apostado por una debacle sin precedentes en el país, una situación caótica de dimensiones apocalípticas con consecuencias económicas, sociales e institucionales sin reversa.
No podemos afirmar que el país no ha sufrido en este entorno. Cada persona que le entregó un familiar a la muerte en nombre del COVID, cada empresario que vio su negocio construido a punta de décadas de esfuerzos naufragar en la insolvencia, cada madre de familia que sufrió por falta de alimentos o por perderlo todo, son testigos de historias que marcan en lo individual con cicatrices macabras, inalienables. Las pequeñas realidades independientes, dardos de dolor, perforaron el tejido social con consecuencias aun no predecibles.
Sin embargo, en medio de la desazón de los infortunios diarios, la familia, el estado de derecho, la solidaridad y la deferencia por el bienestar del vecino han brillado para hacer de estos tiempos difíciles ambientes de esperanza. El espíritu del colombiano se ha mantenido en alto, las pequeñas cosas han reemplazado el consumismo y la resiliencia de lo sencillo ha sido refugio.
A futuro, cuando los nuevos tiempos vendrán a borrar las huellas de esta extraña realidad, recordaremos que pese a las dificultades nuestros valores como seres humanos nos permitieron salir altivos de las circunstancias.
Seguramente los recuerdos de esta época serán motores futuros de felicidad, fortaleciendo el convencimiento de que cualquiera que sea la situación, los colombianos lograremos persistir en nuestra alegría.
