domingo 23 de octubre de 2022 - 12:00 AM

Mauricio Cabrera Galvis

Tierra sin Campesinos

Un serio riesgo que tiene el país es que cuando se complete la reforma agraria que ya ha iniciado con mucha decisión el gobierno, y los campesinos tengan la tierra, junto con el crédito, la asistencia técnica, los canales para comercializar sus productos, y todo lo que necesitan para desarrollar sus proyectos productivos, se continúe la tendencia de despoblamiento del campo y la tierra se quede sin campesinos.

La reforma agraria ya comenzó a buen paso. La Ministra de Agricultura, Cecilia López, anunció la titulación de 618.000 hectáreas que ya se están repartiendo y que se tienen identificadas otras 125.000 hectáreas expropiadas a los narcos; también se firmó un acuerdo con Fedegan para la compra de tres millones de hectáreas.

Pero desde hace casi un siglo se inició un masivo proceso de migración del campo a las ciudades. Hacia 1950 en el campo vivían cerca del 60% de los colombianos, medio siglo más tarde este porcentaje había bajado al 30%, y hoy solo un poco más del 20% de la población vive en la zona rural.

Esta tendencia a la urbanización del país se refleja también en la dinámica del empleo. Entre 2001 y 2021 se crearon en el país 5.4 millones de empleos, pero de estos solo 316.000 (menos del 6%) fueron en la zona rural. La tasa anual de crecimiento del número de ocupados en las ciudades fue del 42%, mientras que en el campo fue de solo 7.1%, a pesar de que el PIB agrícola creció 65% en el mismo período. Como consecuencia en varias regiones del país se siente ya una escasez de mano de obra para las labores agropecuarias.

No hay duda que los campesinos despojados de sus tierras quieren volver a sus parcelas, y que los que siempre han trabajado en campo ajeno esperan con ansia la posibilidad de tener su propio terreno. Lo que no es seguro es que sus hijos quieran quedarse en el campo realizando las mismas labores a sol y agua con las que envejecieron sus padres y abuelos, o más bien prefieran migrar a las ciudades.

Porque la realidad es que en la ciudad los jóvenes tienen la posibilidad de obtener subsidios para vivienda, así como acceso a mejores escuelas, y servicios de salud más completos que los precarios puestos de salud de sus veredas.

La reforma agraria debe incluir la provisión de bienes públicos que mejoren la calidad de vida de los campesinos. No es suficiente que tengan un pedazo de tierra propia o que logren mayores ingresos en sus proyectos productivos; tampoco que tengan oportunidades de trabajo decente como mejores salarios y prestaciones sociales.

Este artículo obedece a la opinión del columnista. Vanguardia no responde por los puntos de vista que allí se expresen.
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