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Miguel Angel Pedraza
Sábado 24 de julio de 2021 - 12:00 PM

El singular caso del asesor Galvis

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El ingeniero Ángel Galvis Caballero se hizo famoso por haber violado el toque de queda y los protocolos sanitarios siendo asesor del alcalde Juan Carlos Cárdenas. El joven se fue de parranda con sus amigos y se le olvidó cumplir con los horarios establecidos por su propio jefe para restringir la circulación ciudadana en pandemia.

La noticia hasta se volvió escándalo nacional y el asesor no tuvo otra alternativa que renunciar, incluso para proteger a su alcalde. Es más, por aquel entonces iba a dejar su condición de asesor para convertirse en el nuevo director del Instituto Municipal de Empleo (Imebu).

Cabalmente por querer convertirse en el director de ese instituto, otro escándalo le surgió a Galvis, pues se supo que intencionalmente quisieron modificar el manual de funciones para habilitarlo como director cuando en realidad no cumplía con los requisitos establecidos. Al final tampoco lo nombraron director, pues el escándalo lo sacó del escenario.

Como quien dice, las infracciones e indelicadezas del asesor no le permitieron continuar en el gobierno local, ganándose el alcalde Cárdenas unos buenos aplausos por haber hecho respetar los reglamentos a pesar de su cercanía con Galvis Caballero. Le cobraron la falta, claro que sí, sobre todo por la desobediencia y el mal ejemplo.

El hombre salió y no se volvió a saber de él hasta la semana pasada cuando se anunció su ingreso nuevamente al gobierno, esta vez como asesor del director del Área Metropolitana. Fue nombrado asesor en temas de movilidad y desarrollo territorial, a pesar de su condición de ingeniero químico. No parece existir mucha relación entre las funciones del cargo y la profesión, pero lo cierto es que lo premiaron con esta nueva designación.

El asunto, indudablemente, llama a una reflexión, y sobre todo a una reflexión ética. Es como si los cuatro o cinco meses de inactividad laboral en la Alcaldía le hubiesen borrado las faltas al señor Galvis, de suerte que de un plumazo quedó subsanado su incumplimiento de protocolos y su maniobra oscura de acomodar el manual de funciones.

En fin, que lo que en principio se solucionó con carácter y transparencia desde la administración, ahora se convierte en un mero acto de favoritismo y amiguismo, como si lo único importante fuera conseguirle puesto al asesor. ¡Mal!

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