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Mónica María Moreno Mesa
Lunes 11 de febrero de 2019 - 12:00 PM

A la quinceañera que hay en mi

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El otro día estaba con una amiga, de esas que paran tráfico, y le decía que los años le habían favorecido porque esa semana había subido unas fotos de colegio donde literalmente era Betty La Fea. Quedé plop cuando me dijo: “¿sabés? En esa época levantaba como loca. No me preguntes por qué, pero nunca estuve sola, tenía novios y pretendientes. Hoy soy lo que ves y estoy sola”. Y lo que veo es una mujersota en todo el sentido de la palabra, bonita, exitosa, interesante, viajada, divertida y sana. Por lo visto, todos esos atributos no hacen parte de la lista de algún hombre que la quiera como ella es. Pensé que los años a veces nos sirven y a veces nos castigan. Por eso, salí de ahí y me quise encontrar con la Mónica de esa edad, mirarla a los ojos y hablarle:

“Mi querida amiga. Acabaste de cumplir 15 años y no tuviste la fiesta que soñaste, o al menos parecida a las de tus amigas. No la tuviste, porque tus papás, que te amaban, no tenían los medios y tampoco eran de los que les interesaba mucho esas celebraciones. Fuiste la menor de ocho y eso fue bueno y malo. Bueno, porque aprendiste a ser independiente. Malo, porque tus papás ya estaban cansados. Pero eso te hacía simpática, recursiva y alegre. Nunca envidiaste de más, aunque si eras muy pero muy soñadora. Vivías siempre en otro mundo. Te gustaba pasar de un mundo a otro sin darte cuenta. Aunque no habías tenido tu primer novio, ya habías dado el primer beso. Y ese beso fue especial porque de verdad te gustaba ese chico. Fue tu amor platónico como por cuatro vacaciones. Después llegó tu primer novio, no te enamoraste, pero eras feliz. Tus amigas del colegio te enseñaron a besar con una manzana. Tu preocupación más grande era que te dejaran ir a una fiesta y cuál ropa ponerte. Lograbas combinar unas divinas y otras horribles, pero te sentías lista para conquistar el mundo. Fuiste feliz. Eras gordita y no te importaba, te sentías linda. Tampoco sé por qué a los 20 ya te recriminabas con tanta vehemencia... Mirarte me hizo recordar que fui muy amada. Quiero quedarme con ese sentimiento en días en los que las noticias no ayudan a sonreír.

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