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A pura piel
Una de las maravillas de pasar los 40 años es la posibilidad de desnudarnos sin pena y a conciencia. No nos atormentan ni la celulitis, la flacidez o las arrugas que, cuando estábamos jóvenes, nos hacían salir corriendo para evitar un buen encuentro. Ahora nos cuidamos, si, pero nos preocupan más el espíritu y la cabeza que un cuerpo perfecto. También se nos afina la capacidad de decidir a quién le mostramos nuestras curvas, a quién le permitimos tocarnos y cómo se lo permitimos.
A muchas mujeres de nuestra generación nos educaron para complacer y no para ser equipo y complacernos mutuamente. Pero tener la gerencia de nuestros cuerpos nos hace felices, nos saca sonrisas. Se abre la posibilidad de tener sexo no cuando el otro quiere, sino cuando los dos queremos y eso hace que sea especial, porque de alguna manera no se cumple con un ‘deber’ de pareja, sino con un ‘derecho’ de mujer.
Desnudarse por placer o por amor son momentos diferentes, sin embargo tienen un valor inmenso si se hace a conciencia. No es sencillo quitarse la ropa y quedar expuesta, pero es un acto de libertad y de confianza personal que no tiene nombre. Cuando la pareja logra entender el acto de la desnudez en todo su esplendor, la relación toma un giro más profundo y especial.
Una mujer jamás debería sentir vergüenza de su cuerpo frente a su pareja. Detrás de esa piel sólo debe existir: seguridad, sentido del humor, sensualidad. Este combo hace que la parte física pase a un segundo plano y haya tanta candela y complicidad: el cuerpo solo es un instrumento para el placer y la felicidad. Es verdad. Pero eso uno lo entiende de viejo, aprende a valorar al amante que vale pena. Cuando digo “amante”, me refiero de la persona con quien se comparte la desnudez y el sexo.
Como dice Mario Benedetti en su poema que después Joan Manuel Serrat volvió canción: “Una mujer desnuda y en lo oscuro”. Aclarando que lo oscuro no es ocultarse, no es taparse los defectos, sino resaltar e iluminar el momento.
“Una mujer desnuda y en lo oscuro
es una vocación para las manos
para los labios es casi un destino
y para el corazón un despilfarro
una mujer desnuda es un enigma
y siempre es una fiesta descifrarlo”.