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Mónica María Moreno Mesa
Martes 23 de octubre de 2018 - 12:00 PM

En la piel del otro

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monicamariam@gmail.com

Dicen que los humanos somos los animales más brutos de la existencia. Y estoy por pensar que así es. Oímos las historias de nuestras amigas, las aconsejamos, incluso las juzgamos, así las apoyemos. Pero a vuelta de hoja estamos escribiendo la misma historia. ¡No aprendemos de los demás! Parece que tenemos que vivir los dolores en carne propia.

Pensaba el otro día que trabajé con unas sobrevivientes de cáncer de seno, que tantas historias que oímos, tanta gente que pasa por eso, y creemos que no nos toca, y no nos tocamos, no nos hacemos el autoexamen ni los controles. Casi todas las mujeres con las que hablo, no lo hacen. No les gusta o no lo tienen contemplado en su rutina. Y me incluyo. Hasta que pasa. Ahí sí entendemos que hubiéramos puesto atención, que la gente cuando cuenta sus testimonios no es por chisme, sino para que nos concienticemos de lo importante que es cuidarnos y querernos.

Esta es una invitación seria y consiente a hacernos el autoexamen. Y a los hombres, a recordarles a sus mujeres que las quieren y que deben cuidarse, y viceversa.

Pero hay muchas cosas que nunca vamos a entender hasta vivirlas. Por ejemplo, antes cuando a la gente se le moría alguien, yo la abrazaba y le decía cuánto lo sentía. Hasta que estuve del otro lado, empecé a comprender cuál era el grado de dolor por el que pasaba la otra persona y cómo está de fragmentado un corazón cuando se pierde un ser querido.

Otro caso son las de las relaciones de pareja, sobre las que somos muy expertos a la hora de opinar, pero no aprender de la experiencia de otros: una amiga salía con un tipo muy perro. Es encantador. Todo el mundo opinaba y aconsejaba. Ella logró dejarlo después de mucho intentarlo. De pronto, seis meses después, una de las mujeres que más criticaba, está saliendo con el 'Don Juan'. ¡Es increíble! Ella se queja de lo mismo, pero dice que es diferente. Que él ha cambiado, que con ella la historia va a tener un final feliz. Espero que sí. Pero todo indica que es igual. Las mismas razones, los mismos desplantes, las mismas conversaciones. En fin.

¿No aprendemos, o nos gusta sufrir? No sé cuál es la respuesta.

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