La vida es insistir y resistir. Avanzar sin dudar. Hoy, ni el miedo logra doblegar a una población que despierta de la pesadilla del conflicto armado y reconoce que la salud es un negocio, que la educación pública no cuenta con recursos y que la mega minería y la deforestación destruyen los ecosistemas frágiles y fundamentales para la vida. La corrupción y la violencia hacen parte de ese contexto de una democracia injusta y excluyente.
El 21 de noviembre, en medio de una explosión de alegría y descontento, este país despierta, canta y agita los colores de la esperanza; grita contra los asesinatos de indígenas y líderes sociales y pide la implementación de los acuerdos de paz. Ciudades y pueblos se movilizan. Millones de personas salen a la calle a reclamar sus derechos, para sentar un precedente en la vida democrática de éste país. Una movilización que hoy es un sentimiento que crece. “El pensamiento anda suelto por la ciudad y no encerrado en la conciencia de los individuos... Hoy la calle es el cerebro y el corazón de la sociedad civil.”
Vivimos una coyuntura que necesita del diálogo con una actitud receptiva y conciliadora. Desafortunadamente posturas como la del Sr. Carrasquilla, que 3 días después del paro decreta, la creación de un Holding Financiero, estrategia privatizadora de las empresas del Estado, desoyendo el clamor ciudadano y sentando un precedente que demuestra que el gobierno no tiene voluntad de conciliación. La sociedad no quiere “regalitos”, necesita acuerdos.
La brutalidad de como el ESMAD actúa en el control de las manifestaciones, con cientos de heridos y la muerte del estudiante Dylan Cruz, requiere del rechazo de la mayoría de los colombianos que marchamos en paz. Así mismo nos duelen los policías heridos. Estas circunstancias, no detendrán esa marcha que se inició el 21N, y que continuarán, hasta tanto el gobierno no entienda la gravedad de la situación social y económica que viven millones de colombianos.