Hoy nos preguntamos: qué nos pasa? No podemos seguir celebrando la guerra. El país se desangra desde la llegada misma de los conquistadores. No termina la tragedia. Siguen las masacres y el exterminio. Tenemos que hacer un alto en el camino. Nos duele la muerte y las desapariciones. Nos duele la violencia y la intolerancia. La sensibilidad y la solidaridad deben volver a nuestros corazones.
Hay necesidad de mirar hacia atrás, para entender el hoy y proyectarnos para un mañana distinto. Recuperar la dignidad como pueblo capaz de superar sus dificultades, para tener en el trabajo y en la diversificación productiva posibilidades para innovar, crear y generar fuentes de empleo, además de proteger el medio ambiente. Es necesario hacer de la educación nuestro principal instrumento de construcción de una sociedad más justa.
Transitar los caminos de la libertad y apreciar el valor del paisaje, nos permite entender el significado de la naturaleza para la vida. El páramo es paisaje, es agua y es vida. Es bueno que el Sr. Montoya y sus amigos, que se obsesionan por sacar de la explotación minera sus mayores beneficios, se detengan a pensar en los daños a perpetuidad, que esta actividad genera en el páramo. Destruir este maravilloso ecosistema, como lo pretende Minesa, es un delito de lesa humanidad, es la firma de la condena a muerte de más de dos millones de personas.
Hoy la pandemia, deja al descubierto una realidad social compleja: miseria, pobreza y desempleo; un gobierno cooptado por el narcotráfico, la corrupción y las castas políticas que dominan las regiones. Un panorama difícil, al que debemos responder con voluntad y compromiso. La palabra y el respeto al otro, nos va a permitir la unión de un colectivo capaz de entender las potencialidades del territorio y de sus gentes, desechando el egoísmo y el oportunismo. Un consenso que haga posible, la unidad y la voluntad de poder, para hacer realidad un Estado Social de Derecho.