Estos últimos días, SANTURBÁN, logró la atención del país. El archivo del proceso de licenciamiento de MINESA en el ANLA y el debate de control político citado por el senado, permiten ver los resultados de más de diez años de trabajo de la sociedad civil con sus movilizaciones y gestiones en procura de la defensa del páramo. El archivo es solo una primera batalla ganada. Cada día se amplía la audiencia. La apertura del recinto de la democracia, así sea virtual, nos permite entender la preocupación de la política por una situación que viene consolidando un proceso de movilización social por la defensa de la naturaleza, que se une a ese sentir nacional por el respeto y la defensa de la vida.
Cada día hay mayor claridad sobre los efectos y daños a perpetuidad que produce la megaminería en el páramo. Cada día se siente en la piel el dolor que nos produce la violencia policial en las ciudades y las masacres y asesinatos de líderes sociales en esa Colombia profunda. Cada día caen miles de árboles y se destruyen los ecosistemas. A todo lo anterior se une la pandemia que desnudó la desigualdad, la pobreza, el desempleo y la quiebra del sector productivo. Esta coyuntura necesita que todas las fuerzas sociales, políticas y el gobierno, se sienten a dialogar, a concertar alternativas que permitan avanzar en la solución de los diferentes problemas.
Pero el gobierno en lugar de concertar un diálogo nacional, va cerrando caminos de libertad, erosionando el principio de división de poderes e imponiendo una dictadura aprovechando el estado de excepción. Hoy la democracia, el Estado social de Derecho, se encuentran en peligro.
Las calles se llenan y seguirán llenando de dignidad. Hay una juventud, como nunca había tenido el país, comprometida con sus sueños y su futuro. Una ciudadanía comprometida con la vida y unos partidos que entienden su responsabilidad con la sociedad. Vivimos momentos difíciles. Pero, es en medio de éstas circunstancias donde renace la luz de la esperanza.
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