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Oscar Jahir Hernández
Miércoles 17 de julio de 2019 - 12:00 PM

El tío Nacho

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La entrevista con Luis Carlos Hernández sobre el caso Vitalogic deja varias enseñanzas que no pueden pasar desapercibidas, siendo la más importante de ellas, la obligación que tiene un gobernante de apartar de las decisiones públicas a su familia y evitar que por cualquier medio puedan llegar a tener alguna incidencia en el ejercicio de sus funciones. Independientemente de la inocencia que Luis Carlos haya manifestado tener para el momento de los hechos, tendrá que afrontar las consecuencias de sus actos ante las autoridades y seguir soportando el escarnio público mientras eso acontece.

El poder enceguece, obnubila y sobre todo le otorga a quienes lo ostentan la creencia de que pueden hacer con él lo que les plazca. Un ejemplo vivo de esa realidad es José Ignacio Rueda Lizcano, quien desde la llegada al poder de su sobrino Héctor Mantilla ha logrado ser contratista de la Gobernación de Santander y de varios municipios como Barrancabermeja, Girón y Suratá, situación que también le permitió ubicar en la administración pública a su compañera sentimental, María Patricia Quintero Villareal, quien extrañamente pasó de firmar contratos de servicios profesionales a suscribir contratos de apoyo a la gestión, por lo cual sería bueno revisar la veracidad de sus títulos profesionales para conocer el viraje de esta situación.

Unido a esto, el poder le ha permitido que su hijastra Ángela Patricia Quintero Villareal mantenga desde hace más de tres años una vinculación laboral con la Contraloría de Bucaramanga, donde varias personas dan testimonio de su pobre desempeño laboral bajo la justificación de ser familiar de Mantilla, quien a su vez tiene al esposo de su “prima”, el abogado Jeyser Mauricio Rodríguez Balaguera, en el cargo de director de tránsito de Floridablanca. Toda una familia al servicio de los nobles intereses de la ciudadanía. Así que cuando se quiera señalar a un mandatario por la indebida influencia de sus familiares en el poder, debemos recordar que hemos sido cómplices con nuestro silencio ante situaciones semejantes que al parecer a nadie le importan, ¿Cierto Manuel Parada? Próxima columna: Los vicios ocultos del Intercambiador de Guatiguará.

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