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Martes 23 de abril de 2019 - 12:00 PM

Cannabis y nuestra juventud

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Si viviéramos en un mundo en donde todos fuésemos adultos, la forma en la que la marihuana se ha ido legalizando en muchos países del mundo, incluso Colombia, sería modelo de negocio innovador para aplaudir. Muy parecido a como sucedió con el tabaco y el alcohol, habría llegado la hora de integrarlo a nuestra sociedad gústenos o no. Y como podría esperarse, tal negocio vendría de la mano del desarrollo tecnológico del mundo. Así como hoy en el mercado se consiguen distintos tipos de vino o sabores de cerveza, hay muchas cepas de marihuana que brindan inmensidad de experiencias.

Por supuesto, no todas podrían ser consideradas negativas, pues con base en esta hierba se consiguen desde ayudas para relajarse, como lo hacen medicamentos legales hoy en día, hasta tratamientos para el hambre, para los dolores físicos y para conciliar el sueño. Se espera que sea un mercado en los próximos dos años de más de 20 millones de dólares.

Los productos y servicios que se han desarrollado alrededor son increíbles. Desde la facilidad de hacer pedidos vía internet como lo haríamos con UberEats o Rappi; variedad de productos como galletas, dulces y cremas para aplicar; hasta los famosos vaporizadores que parecen un lápiz inteligente al que se le inserta marihuana líquida, que no genera mayores olores, es portátil y fácil de esconder.

Sin embargo, este no es un espacio para aplaudir realmente, es para generar una alarma en los padres de menores de edad (los mayores sabrán sus consecuencias). ¿Algún padre ha patrocinado la compra de un cigarrillo electrónico? ¿Estamos atentos a cambios en los comportamientos de los jóvenes? ¿Sabemos qué hacen con el dinero que les damos? Nuestros jóvenes aún necesitan guía, necesitan compañía y en especial necesitan buen ejemplo.

Grandes sumas de dinero, uso de carro y celular sin restricción y salidas de casa sin control con amigos son la fórmula perfecta para que hasta el más tímido, recatado y juicioso piense en una “pruebita” y que les quede gustando.

¡No es responsabilidad de colegios o universidades, es la nuestra como padres de estar atentos y vigilantes de si nuestros hijos se están acercando de manera peligrosa al consumo de estas sustancias!

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