Durante décadas se ha estudiando el fenómeno de la pobreza. Se tiene identificado que los pobres, en su mayoría, toman malas decisiones: prestan más dinero del que pueden pagar, ahorran menos, gastan más, fuman más, hacen menos deporte, consumen más alcohol y comen menos saludable que sus contrapartes con mejores ingresos. Hace algo más de 20 años se tenía la creencia que esta situación obedecía a la “falta de carácter” del pobre, se creía que este tenía algo malo.
Hoy, el concepto de pobreza ha evolucionado, aunque sigue siendo un reto del mundo aún sin solución. Eldar Shafir, profesor de la Universidad de Princeton cree que hay una noción superior que ha llamado “la psicología de la escasez”, entendida como no tener lo suficiente, sin importar lo que haga falta sea comida, dinero o inclusive tiempo. Esta situación lleva al cerebro a razonar de forma distinta y tomar decisiones erradas, hace que el ser humano pierda la perspectiva de largo plazo. George Orwell, reconocido escritor y novelista, dijo: “la pobreza aniquila el futuro”, reduce la imaginación y la capacidad para construir vida futura. Hasta los más ricos e inteligentes, en entornos y situaciones como la descrita, se equivocarían igualmente.
¿Todo el que roba, estafa o trafica, lo hace porque es pobre?, acaso, ¿No saben los riesgos que cada una de esas conductas tiene? Claro que sí, pero su entorno no les permite ver más allá de suplir una necesidad económica, de alimentación, de reconocimiento y hasta de poder.
Lamentablemente vivimos en donde el éxito y valor de nuestro trabajo se define por la cantidad de dinero que ganamos, por el poder que ostentamos o el reconocimiento que tenemos. Ojalá la medida del éxito fuera la cantidad de felicidad que soy capaz de proyectar o el sentido de vida que genero a mi alrededor. Me cuestiono esto porque cuando la vida nos enfrenta a las dificultades, especialmente la muerte, ya no se siente tanta escasez. La vida se ve con ojos distintos a la riqueza material.
