Nadie debate la importancia y necesidad del internet hoy. También es cierto que pocos saben cómo funciona y mucho menos sobre la fragilidad de un sistema que transmite información por cables submarinos que pueden ser afectados por factores naturales o humanos; por equipos electrónicos que se dañan, debiendo ser actualizados periódicamente y, por supuesto, humanos que pueden cometer errores, con o sin intención, afectando la vida de todos los habitantes del planeta tierra.
El último mes fue nefasto para quienes usamos internet como herramienta laboral, personal y familiar, debido a una serie de fallas en su funcionamiento.
El primer evento masivo se vivió el 2 de junio y afecto los servicios de Google como YouTube, Gmail y su plataforma de cámaras Next. Según ellos mismos, un cambio de configuración rutinario, error humano, fue el responsable de su caída. Después, Cloudflare, compañía que provee parte de la infraestructura tecnológica del gigante Amazon, tuvo dos fallas seguidas, bloqueando por algunas horas el tráfico de datos que pasa por Estados Unidos. Posterior a esto, Google sufrió nuevamente mala suerte y tuvo un daño físico en uno de sus cables de fibra óptica, en la misma semana que Facebook y todo su portafolio de servicios estuvo bloqueado casi un día. Hasta Twitter, que hasta el momento había salido bien librado, admitió que algunos mensajes no llegaron a sus usuarios finales. A última hora, el servicio de iCloud de Apple también se vio afectado en esta semana, aunque Apple negó que estuvie serelacionado con los apagones en el resto del mundo. Aunque las investigaciones apuntan a una coincidencia o mala suerte, debemos preocuparnos.
Si bien considero que la noticia pasó desapercibida en Colombia, cuando debió generar alarmas en múltiples sectores, lo sucedido en diferentes partes del mundo debería ponernos a pensar sobre la fragilidad del internet. Salvaguardar nuestra información digital, saber qué hacer en una emergencia, compartir en familia y trabajar sin internet debería ser una preocupación de todo ciudadano. Debemos además aprender a vivir sin ellos, por ¡opción u obligación!
