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Lo que faltaba: Influencers virtuales
Mucho se ha hablado del daño que las redes sociales causan en la sociedad, mostrar realidades de fantasía como disfrutar de la vida viajando, revelando belleza o éxito, hablar de banalidades sin ningún valor o peor aún, convertir en verdad mentiras sobre temas de género, política o religión. Como si esto fuera poco, de cara a lo que nos espera del futuro digital, tendremos que convivir ahora con “influencers virtuales”. Un humano (o no) creado por computador, con las características físicas que se quiera que empieza a cautivar distintas audiencias, les permite estar en varios lugares al mismo tiempo, compartir con celebridades, hacer publicaciones incluso en tiempos de aislamiento social y además ganando enormes sumas de dinero.
Que marcas como Prada, Channel o inclusive Uniqlo los usen para mostrar su moda me parece interesante. A esta industria se suman Disney, McDonald’s, Coca-Cola y hasta Toyota, que empiezan a invertir en formas para “influenciar” consiguiendo fieles seguidores y por supuesto ventas. Lo que me preocupa es que estas figuras, que además no son seres humanos reales, nos lleven a actuar o pensar según sus propias intenciones, que nuestros actos se conviertan en negocio. Hagan esta prueba: busquen en Google “Virtual Influencers” y recibirán una página completa de anuncios pagados con compañías que ofrecen sus servicios. “Tenemos la base de datos más grande del mundo para identificar a los influencers más adecuados para sus campañas”; “Mida más allá de métricas vanidosas con sólidos informes”. Si ya tenemos colombianos como Yeferson Cossio que dice ganarse 750 mil dólares mensuales o Lulu99, con 11 millones de seguidores en YouTube, no veo difícil que terminemos siguiendo robots que nos lleven a pensar de cierta forma en cualquier tema polémico: uso de armas, identidad de género o visión política.
Si nuestra juventud termina siguiéndolos, ojalá sean como lilmiquela o noonoouri que se muestran como activistas sociales. Que los que vengan busquen una sociedad más inclusiva y justa, pero que ni nuestros hijos ni nosotros caigamos presa de falsos profetas, pues esta tecnología hasta ahora comienza.