La historia demuestra que las naciones y regiones que han experimentado un desarrollo significativo han sido aquellas en las que el sector público y el empresarial se han unido y compartido responsabilidades y objetivos.
Estoy fascinado con lo que la inteligencia artificial, IA, puede hacer por el mundo, pero esto no significa que estemos preparados para adoptarla sin restricciones, así como sucedió con las redes sociales. Y quisiera remontarme a un poco de historia para demostrar la conclusión del título de este espacio hoy.
El politólogo James Flynn descubrió en 1984 que los valores de inteligencia medidos en numerosos países habían aumentado de forma constante desde principios del siglo XX. Es algo que se conoce como “efecto Flynn” y que se justificó por una mejor alimentación y atención médica, pero sobre todo, por un mayor acceso a la educación. Sin embargo, poco después del cambio de milenio, estadistas noruegos descubrieron que este efecto ha desaparecido. Algunos países han mostrado que el coeficiente intelectual se ha estancado, y se especula que esto puede deberse al aumento del tiempo pasado en pantallas y dispositivos digitales, así como a factores biológicos externos como el uso de combustibles fósiles y plástico.
En el mundo actual, UNICEF ya manifiesta que uno de cada tres adolescentes tiene un uso “problemático” de redes sociales, mientras que el experto en adicciones, Marc Masip, director del Instituto Desconect@ en España también advierten que los smartphones y las redes sociales “entorpecen la capacidad de relacionarse con el mundo real” y pueden ser consideradas como una “auténtica droga” con componentes adictivos que hacen que se consuman cada vez más. Concluye que los menores de 16 años no están preparados a nivel mental para tener celular o redes sociales.
Confieso que no lo sigo a cabalidad, pero en casa tratamos de llegar a algunos acuerdos con mis hijos: Una App que controla descargas, tiempos y consumo; seguir recomendaciones del colegio y; celulares quedan fuera de las habitaciones en la noche. Creo que padres e instituciones debemos ser conscientes de estos riesgos y tomar medidas para limitar el uso de la tecnología en los jóvenes y fomentar una educación mediada por la tecnología, pero donde se priorice las relaciones saludables, en el mundo real.