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Puno Ardila
Lunes 08 de abril de 2019 - 12:00 PM

Alteridad democrática

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Yo propondría, con fundamento en la alteridad, y en aras de una verdadera democracia, como la planteaba Estanislao Zuleta (no precisamente el mandato de la mayoría, sino el derecho de todos a participar y ser tenidos en cuenta), que la condición principal para participar en los debates electorales debe ser no hablar mal de los demás.

Hay que ver, por ejemplo (y para seguir la idea de los gobernantes de este país, que piensan en función de Venezuela), que Guaidó y Maduro se echan pullas todo el tiempo y se tratan de la peor manera; pero lo más chistoso es que se llaman entre sí “usurpador”, y que su cargo fue tomado de manera irregular.

Pero, volviendo a Colombia, podemos tomar como ejemplo de la propuesta las últimas elecciones para la Presidencia: debieran cambiarse en campaña los comentarios y las afirmaciones en contra del otro, y ocupar el espacio con las propuestas propias. Una campaña debe ser de propuestas, no un dechado de acusaciones e insultos contra el otro. Y debe haber árbitros decentes.

Cuánto nos hubiéramos evitado: que castrochavismo (¿qué será eso?), que otra Venezuela, que comunismo, socialismo y todo gratis; que venderán a Colombia, que todo robado; que el uno mal administrador, que el otro nadie sabe quién es; que este fue guerrillero, que el otro nadie sabe quién es...

En fin, la idea sería que cada quien defienda sus tesis y su plan de gobierno, sin tocar de manera alguna al otro. Así, se pregunta uno qué hubiera pasado en la contienda por el sí y el no, sin cartillas ni miedos infundados; y qué hubiera pasado con las elecciones democráticas desde que tengo memoria, pero, especialmente, desde hace veinte años, que las campañas triunfadoras son las que se han dedicado a desprestigiar al otro, sin dejar en claro qué es lo que realmente van a hacer. Y, para la muestra, un botón: ahí está el duque, que no tiene ni idea de qué hacer con corona y cetro (democrático), y el rey que no da bola sino con nombramientos de cargos y órdenes disparatadas y contradictorias.

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