lunes 23 de enero de 2023 - 12:00 AM

El infierno de las compras

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Columna de
Puno Ardila

No cabe duda de que el extraño y errado plan de muchos locales y emprendimientos comerciales, en vez de brindar una experiencia confortable a sus clientes, es atormentarlos. No es una suposición, porque la respuesta al comentario ha sido que es “política de la compañía”.

Dos casos a favor: En El Redil hay un rinconcito grato, donde la compra de verduras sitúa al cliente en la mitad de la plaza de Zapatoca, con gratificante música andina colombiana (en la parte externa es otra cosa). En uno de los Dollar City, la experiencia de la compra se acompaña plácidamente por sutiles notas de música clásica.

Tal vez habrá más casos a favor, pero hay muchos en contra, desde perfumerías y locales de ropa en donde hay que empeñar medio año de salario para comprar cualquier pendejada hasta los almacenes a donde vamos los del pueblo. Uno de esos es Facol, donde, además del intenso volumen del reguetón, imposible de modular, so pena de sanción para los empleados (es “política del encargado de sistemas”), la temperatura es terrible, y, a pesar de las quejas de clientes y del ruego de los empleados, la cosa sigue igual, y seguramente así seguirá, porque a los dueños de esa vaina les importa un clavel: que la gente se aguante si quiere comprar con precios moderados (a favor del almacén; algo que también debe decirse).

¿Cuántos dedos de frente puede tener el encargado de estas “estrategias” de venta, que es, en últimas, el propósito de un local de estos? A este bochinche desesperante del reguetón a todo volumen se suma el calor infernal; y el resultado es que el cliente entra, busca a toda carrera, suda varias prendas en los cuarticos de sauna, y sale a toda máquina, sin opciones de dar una mirada a otras cositas, como suele hacer cualquier comprador.

En una lógica elemental, la música debiera estar de acuerdo con el gusto del que compra, no del que vende; pero, encima del bochinche normal de estos lugares, cualquier música es contraproducente; y, a cambio de aumentar cualquier sonido, qué mejor que el silencio.

Autor
Este artículo obedece a la opinión del columnista. Vanguardia Liberal no responde por los puntos de vista que allí se expresen.
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