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opinion/columnistas/puno ardila
Lunes 17 de diciembre de 2018 - 12:00 PM

La esencia del proselitismo

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Dijo Gustavo Álvarez Gardeazábal (o solo Gardeazábal, para muchos) hace unos días —o cuando menos así se le entendió— que uno de los factores por los que estamos jodidos, encima de todo, es porque la Iglesia Católica le quitó el misterio al culto, y “la moral del pecado sobre la cual se construyó este país fue cambiada por la moral del dinero probablemente la moral del dinero siempre existió, pero nunca había sido tan apabullante, y los dueños del poder económico se guardaban de disimularlo”.

El periodista hace recordar cuando la curia tenía métodos afinados para recaudar dinero a montones: las herencias de los sacerdotes, alistados por las buenas o por las malas, ricas dotes de las hijas llamadas a “casarse” con Cristo y toda suerte de trucos para conseguir recursos a granel, como inventarse reliquias con cualquier objeto, la intermediación divina para dispensas celestiales y, últimamente, el cobro de cualquier “servicio” parroquial. Por algo será, con esa cosecha recogida por siglos, que el Vaticano es hoy uno de los Estados más ricos y poderosos del mundo.

Estamos de acuerdo en el segundo enunciado; la avaricia ha existido siempre. Lo que pasa es que antes se escudaban en los “sagrados” misterios, pero hoy —como en la política— se han descarado todas las iglesias, y no niegan ante nadie que la esencia del negocio es inventarse pendejadas para una multitud ciega, que cree todavía que los pastores son escogidos por el índice de un Dios que ama el dinero, como si ese todopoderoso descrito en los cultos hubiera inventado los billetes al principio de los siglos, cuando en verdad esos dioses fueron inventados por el hombre para evitarse explicaciones y tener a quién echarle las culpas de sus incapacidades y miedos.

Así las cosas, lo que tenemos hoy en el tercer mundo es lo mismo que ha habido siempre para los prosélitos; la diferencia es que, en países como Colombia, la fuerza del motor de la explotación religiosa y política es la ignorancia, y de eso sí que hay por acá, tanto en iglesias como en partidos políticos.

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