No acaban los santandereanos de reponerse del impacto profundo que deja en el ánimo una noticia trágica cuyos protagonistas...
La película de La costa nostra
Con el texto de La costa nostra, de Laura Ardila Arrieta, podría filmarse una película gringa, perfectamente, con todo el paisaje de corrupción tan terrible entre estas familias que han gobernado y saqueado nuestro país. Película de esas que dibujan a los gringos tan elegantes y tan venerados por los latinos, a Estados Unidos como un impecable e incorruptible país y a Latinoamérica, del río Colorado para abajo, como si fuera un bazar o siempre anduviéramos haciendo mercado en la vía, con las calles llenas de canastas y gallinas y cabras. Película de esas en que Colombia o cualquier otro país siempre es descrito como si fuera Guatemala, o algo así, con música de marimba y gente vestida con prendas indígenas de labor.
Los gringos saben poco de Colombia, pero —insisto— podrían filmar esa película, que, en vez de la realidad terrible que nos muestra el libro, tenga como protagonista a un Stallone, a un Denzel Washington o a un Tom Cruise, o a cualquiera de estos que ni un arañazo les queda, o un Supermán, una Mujer Maravilla o un Capitán América (que, además, fueron creados para motivar a la soldadesca en sus guerras invasoras), y nos liberaran de todos estos males que están acabando con nuestra nación.
Pero no. Las cosas son distintas en la vida real. Al tiempo que Laura Ardila presenta esta investigación, Alejandro Char sube como espuma, y tiene más del ochenta por ciento de la intención de voto, y con seguridad será el nuevo alcalde de Barranquilla. Pero la podredumbre no está solo en la costa; de esa sarna hay en todos los rincones del país, sin excepción. El pueblo colombiano, por su ignorancia y por sus necesidades, que satisface únicamente en el día a día, vota por su verdugo. Y no solo elige en las urnas a su explotador; lo protege, lo venera, lo idolatra.
Es porque no tiene el poder de la resurrección, pero si Pablo Escobar estuviera vivo, y no hubiera sido chivo expiatorio de nacionales y extranjeros, seguramente hubiera vuelto al Congreso, y talvez lo habríamos tenido hasta de presidente.