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Puno Ardila
Domingo 13 de diciembre de 2020 - 12:00 PM

Políticamente político

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Antonio Caballero habló del fenómeno de política espontánea, que ha colocado en cargos públicos a quienes no han estado en esa brega, contando con que “brega” no es únicamente pegar afiches o trinar pendejadas, sino haber estudiado para política (sin guion). Y dice que los políticos profesionales no son precisamente mejores que los espontáneos.

Citó a Margarita Rosa de Francisco, y antepuso “exreina y actriz”, y le cayeron rayos y centellas, dizque por misógino y machista y no sé cuántas más. ¿Por qué?; ¿acaso no fue reina?; ¿acaso no es actriz? No dice Caballero que ella no pueda con la política, sino que en Colombia se aterriza en paracaídas en las profesiones, y menciona el caso de Tomás Uribe, un muchacho despistado que no es solo “el que dijo Uribe”, sino “el hijo de Uribe”.

Margarita Rosa de Francisco ha sido una de las pocas reinas que ha mostrado inteligencia y talento desde que comenzó su carrera, y ha cosechado la simpatía, el cariño y la admiración de muchos, colombianos y extranjeros. Aunque no ha podido estudiar (ahora lo está haciendo), ella, por sus méritos, conquistó lo que tiene; lo que otras reinas ganan –y pierden pronto– por el concurso mismo, que mágicamente las vuelve presentadoras y actrices, y dejan por fuera a quienes, además de tener capacidades, estudiaron para ello.

Al contrario, por ejemplo (para no ir muy lejos en el círculo de Margarita), está Carlos Vives, que resultó “cantante” porque aprovechó la catapulta de la telenovela “Escalona”, y ahí está, divulgando producciones colombianas (¡qué bueno!), con solo una pizca de talento musical, que no le hubiera alcanzado por sí sola.

Según los tuiteros, y los que andan al acecho de cualquier comentario público, no se puede, entonces, hablar de mujeres, porque referirse a ellas es ofensivo; pero tampoco de negros, ciegos ni sordos ni tullidos; ni se puede hablar de ningún oficio ni de ninguna región. Porque por cualquier cosa que se diga ya no se es “políticamente correcto”, que es, después del “lenguaje incluyente”, otra de las estupideces más grandes que se han inventado por estos días.

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