El turismo de reuniones, o de convenciones no solamente es una de las esperanzas más grandes para la inversión y la consolidación...
Reflexión por el Día del Idioma
La Feria Internacional del Libro en Bogotá se ha visto, como todos los años, inundada de chicos que entran y salen, y corretean por los pabellones averiguando en qué estand regalan algo. No compran nada, ni sus profesores les explican nada; ni el paseo a Corferias es nada distinto de eso, un paseo.
En las instituciones educativas de este país, con uno de los más bajos índices de lectura, se celebra el 23 (será hoy, porque ayer no hubo clase) con actividades relacionadas con temáticas del idioma, del libro, de la lectura y la escritura, pero tal vez distantes de la posibilidad de alcanzar objetivos claros, que seguramente no están trazados en este ni en los anteriores gobiernos, porque la educación, como la cultura, está al margen de lo social, política y económicamente importante.
La paupérrima educación colombiana puede notarse en la mala acentuación, el uso incorrecto de las palabras, la incorrecta conjugación de los verbos, el uso excesivo de extranjerismos, la falta de concordancia entre los elementos de la oración y la falta de coherencia en las estructuras gramaticales que pueden verse en cualquier chat entre quienes —se supone— tienen título de bachiller. Y este problema, tan común en quienes se dicen haber pasado por el colegio, no se arregla con comparsas alusivas al Quijote; es necesario practicar constantemente y estar atentos a los errores más comunes para corregirlos de manera adecuada.
Celebrar el Día del Idioma (o como quiera que lo llamen) puede servir para que los estudiantes entiendan la importancia del castellano y de la literatura en la educación y la cultura; y puede producirse alguna reacción afectiva frente al idioma, la lectura y la escritura, y servir de promoción de la cultura y la diversidad cultural y el desarrollo de habilidades sociales y de comunicación. Pero la evidente falta de planificación con que ocurren muchas veces estas actividades puede hacer que los estudiantes pierdan interés y solo se sobrecarguen de trabajo, y esto lleva a lo que ha ocurrido a lo largo de los años: en vez de motivación por el idioma, ocurre todo lo contrario.