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Rafael Gutierrez Solano
Miércoles 01 de abril de 2020 - 12:00 PM

El hombre: peor depredador

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La afirmación tan contundente es fácil de asimilar en esta hora por un fenómeno natural gratificante que se está presentando en los océanos, mares, ríos, quebradas, urbes, ciudades, etc., y que a quienes defendemos a ultranza el medio ambiente, en contra de la horda de salvajes consumistas, nos ha llenado de regocijo en medio de la ansiedad e incertidumbre de esta pandemia: por la orden de enclaustramiento humano, la naturaleza ha tenido un respiro. Después de tantos años de maltrato son innumerables las imágenes de cómo las aguas se han purificado; el entorno reverdeció; el aire es más limpio, y diversas especies de animales que creíamos extinguidas han reaparecido, descansando de la persecución asesina e indolente del hombre.

Coincido a plenitud con lo sostenido por el profesor Germán Palacio, hace un par de décadas en su ensayo “Democracia y crisis ambiental”, donde afirma que la crisis ambiental que alarma al mundo “...es la de una sociedad cuya relación fundamental con la naturaleza tendió a cosificarla y explotarla... particularmente con la búsqueda de nuevas fuentes energéticas que han provocado toda clase de contaminación”. Y agrega: “...la tierra se ha convertido en una simple mercancía que poco respeto merece; interesa más la ganancia individual, la acumulación de capital, la afirmación del hombre como el centro y como rey de la naturaleza, dominándola, esclavizándola y depredándola...”.

Más claridad y vigencia no puede existir. Ante esta nueva vivencia ecológica que se resiste a morir fruto de los delincuentes del narcotráfico, minería ilegal, deforestadores que buscan ampliar de forma ilegal sus fronteras agrícolas o ganaderas a costillas de toda una Nación, la pregunta es ¿para qué han servido las leyes 99 de 1993 y 1333 de 2009 que establecen las infracciones y procesos sancionatorios para quienes las violen? En mi opinión, para casi nada. Con excepciones, la mayoría de las autoridades ambientales, como las Corporaciones, se han lucido por su ineficiencia, improvisación e inepta burocracia. ¿Será que esa bella saudade de volver a vivir lo que tuvimos como un tesoro natural cambiará al superarse esta crisis? No lo sé. Y ante la duda, abstente.

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