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Rafael Gutierrez Solano
Miércoles 15 de diciembre de 2021 - 12:00 PM

Gobernar sin méritos

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El escritor francés Voltaire en un artículo titulado “Patria” de su conocido Diccionario filosófico donde propugna como fundamento de la moral natural, la tolerancia y la razón, advierte que “... muy raramente son los hombres dignos de gobernarse a sí mismos”. En verdad, no es fácil encontrar en la historia de las grandes civilizaciones, y aún en la contemporánea, ejemplos de ponderación, serenidad y equilibrio de quienes han ejercido el poder, o en estos momentos lo ejercen. Cualquier área del dominio humano es prueba de cómo por lo general el hombre predestinado para ello, que arriba a él por ser parte de una élite que lo ha ejercido de antaño, o por ser un intrigante sin escrúpulos, o por valerse de apoyos no recomendables, etc, pero no por méritos, capacidades e idoneidad acreditados, deviene en sus comportamientos hacia la intolerancia o la sin razón.

En América Latina estas crisis las han tenido que padecer distintos países y aún hoy en día la siguen padeciendo. Casos tan patéticos como los regímenes de Venezuela, Nicaragua y Cuba se han convertido en oprobiosas dictaduras, en algunos de cuyos casos el narcotráfico ha sido la gasolina para mantener el gobierno. Los ciudadanos de esas naciones mal gobernadas, merecen un destino diferente, donde se pueda pensar y actuar con plena libertad, libre de ataduras o influencias foráneas, como acontece en Venezuela, donde la ingerencia de repúblicas como Irán, Rusia y China son claras, y esta dependencia o flagelo cada día pesan más en esos gobiernos sin mérito alguno, salvo la fuerza y la persecución a sus opositores.

En estos escenarios no se respetan las tradiciones, principios, derechos, valores, etc, solo tiene cabida la mano dura y arbitraria de quienes detentan el poder. Entonces podemos afirmar con claridad que más que una colaboración de los países mencionados, lo que existe es una complicidad descarada para mantener situaciones de hecho porque esas potencias también defienden allí sus intereses económicos y estratégicos que les garantizan los gobernantes de turno, entregados a los nuevos patrones. Esta es la cruda realidad de esos gobiernos que han hipotecado su destino.

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